¿Por qué me alojo en las sombras?
¿Por qué la compañía rehúyo?
son preguntas regulares
No lo sé
Tal vez por la vergüenza
que pesa sobre mi como una pesada loza.
Quizás por la destrucción azarosa
que causarán los bombardeos
de palabras mal intencionadas
cargadas de odio irracional y apatía,
como una forma de evasión
al desconcertante rechazo de asimilar
saberes estructurales,
nuevos conocimientos que inviten a cuestionarse
la propia vida.
Ser críticos con las tendencias comunes
como obedecer sin reflexión alguna,
el consumir mentiras como deporte.
El bombardeo tenaz sobre el tejado de
mi casa
por ladrones intrusivos,
esos fanáticos de la tecnología
que codician lo ajeno.
Los detractores de la analogía,
los inquisidores de lo artesanal.
Será por los hipócritas, los falsos profetas
armados con sus computadores
y su software de última generación,
que necesitan disfrazar
la verdad para salir airosos,
para enmascarar su sequia de talento
y el rechazo a la propia identidad.
Será por la rigidez de mujeres castradas,
esas que no pueden ver la luz brillar
sin antes apagar los ojos de las demás.
Será por la miseria humana,
por la locura o la maldad gratuita
como forma de diversión.
Por la falta de balance,
por la falta de dignidad,
por seguir el dogma
de la sobriedad gris
de la norma irreflexiva,
inamovible.
Deseo ver el otro lado de la moneda,
necesito una nueva perspectiva.
Seguir el camino de los cuestionamientos reveladores,
senderos iluminados que desvelan verdades
que se ocultan detrás de las fachadas lustrosas.
Me falta el valor suficiente
de ser yo misma,
ser una mujer común
con pensamientos incandescentes
sin sofisticadas posturas,
sin cansinas pretensiones.
