Prólogo.

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Si hubiera escrito esto hace un par de años, habría sido una historia de amor no correspondido ambientada en la adolescencia tardía; sobre una chica perdida de 19 años que no sabe lo que quiere hacer en el futuro y que conoce a otro chico de 19 años que, por el contrario, pareciera saberlo.

En ese entonces habría escrito muchos detalles que hoy seguramente he olvidado, porque solo recuerdo aquello que más me marcó de esa historia que sólo tiene un lado romantizado. Recuerdo el día en el cuál me di cuenta de que él me gustaba y cómo pensé que ese era el principio del fin, recuerdo el día de San Valentín y su rostro leyendo mi carta y comiendo mis chocolates, diciendo que lo que yo sentía por él era lo más bonito que alguien había deseado para sí. Recuerdo nuestra primera salida juntos al teatro y su rostro llorando, lo mucho que aprecié verlo llorar y como decidió tomar un camino más largo para seguir hablando.

Recuerdo cuando le conté metas que a otros les parecían tontas como tocar el ukelele o trabajar en Hooters y cuando me escuchó llorar desesperada y rota porque quería ser artista pero la presión social podía conmigo.

Recuerdo su abrazo luego de mi primera crisis de ansiedad, su abrazo después de nuestra segunda obra de teatro, su abrazo luego de vernos después de una pandemia y una huelga. Cada uno lo recibí un poquito menos enamorada

Puedo recordar el momento en el que noté que eso jamás sería correspondido y decidí que aún así daría todo de mí y me dejaría ir ''como hilo de media'' con cada sentimiento, porque se sentía ridículamente bien enamorarme de manera totalmente consciente. Recuerdo las canciones que escuchaba para ir a la escuela y que cantaba pensando en mi amigo.

Hay un montón de cosas sobre él que recuerdo claramente, los cítricos, las mentas, los sabores aislados, The Chainsmokers, Spiderman, Ambrosía... Pero esa no es la historia que quiero contar más.

De hecho, ni siquiera se trata de un ''nosotros'', como la hubiera redactado en el pasado. Esto es sobre lo que mi yo del presente aprende de él. Porque no importa que ya no esté enamorada, sigo admirando a esta persona.

En el pasado me habría guardado esto por temor a que él lo encontrara; hoy, no me molestaría que lo hiciera. Es más, creo que quiero que lo encuentre para que vea cuanto ha crecido la parte de él que habita en mí. 

Ha crecido a la par que la parte que habita en mí de mi mejor amigo, al que vi madurar y superarme o nuestrx amigx que ha trascendido esa barrera que lo contenía. La diferencia es que lo que rescato de él siempre es más de letra, más de raciocinio, más consciente. Por eso lo escribo y lo digo y lo comparto como una mala y pobre imitación de Platón desesperado.

Parto con él, pero no es lo único que quiero escribir. Quiero escribir sobre mi transición consciente a la adultez y lo doloroso que está siendo para mi tener veintitantos. Quiero hablar de mi nueva perspectiva sobre el amor, sobre el dinero, el matrimonio, la maternidad, los amigos, las amigas, el abuso, las ganas de cuidar personas, la incertidumbre de querer comerte el mundo sin saber qué tenedor coger primero.

Llegué a Wattpad escribiendo sobre mi novio de los 15 años, logrando escalar hasta el segundo lugar de los más leídos antes de borrar mi historia y hoy regreso aquí, sin saber si alguien quiere leer mi crisis de la adultez temprana. Buscando vomitar lo que me ahoga y compartir con quien sea lo que voy aprendiendo sobre ser una veintitonta.

Igual-mayor 20.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora