La semana pasada iba camino a ensayar baile, me gusta bailar y cantar pero siento que ese tiempo debería dedicarlo a trabajar o estudiar más arduamente. Cada fin de semana tomo camino con culpa y emoción equiparadas.
Recordé, mirando por la ventana, que una vieja amiga actriz tenía función gratuita ese día y yo tenía mucho sin mirar una obra. Desbloquee mi teléfono con intención de llamarlo, dudé un segundo y lo volví a bloquear para luego por fin entrar a WhatsApp y enviar el mensaje. Acordamos ir a la función de la tarde.
Seguí mi camino feliz de haberle hablado. Tenía el cabello horrible, no me había maquillado y llevaba puesta la ropa menos linda de mi closet (porque iba a ensayar, no al teatro en un principio) pero realmente no me importó demasiado.
Ese día olvidé mi dinero en casa, no tenía idea de cómo llegar al teatro y además, iba tarde por un retraso del transporte. Me perdí y casi me quedo sin batería pero contra todo pronóstico, llegué.
Miramos una obra que no sabría decir si era tragicomedia, comedia o drama, pero fue muy buena; al terminar felicitamos a nuestra amiga y salimos. Comimos comida callejera y por fin pudimos hablar.
Hace un par de meses yo apliqué para la universidad otra vez, con la esperanza de entrar a la Facultad de Teatro pero mis resultados no fueron suficientes y fui asignada en Diseño. Aquella noche lo había llamado, pretendiendo no estar triste, y terminé llorando de frustración por mis resultados.
Él me escuchó y me dio varios consejos a los que me he aferrado desde entonces, e incluso algunas citas que se volvieron mantras para mí.
''No se trata de vivir por una pasión, si no de vivir apasionadamente en todo lo que haces'' dijo para hacerme entender que mi vida no podía amargarse solo por no estar en Teatro.
''La vida no es fácil, es simple. Si tienes hambre, debes comer; es simple pero no es fácil porque, antes que morirte, vas a hacer cualquier cosa por comer, de mí te acuerdas'' respondió cuando le conté lo mucho que me atormentaba sola al sobrepensar cada cosa que hacía.
''Siempre dices que te gustaría volver a tener 16 para tomar mejores decisiones, pero no existe una máquina del tiempo. No obstante, en este momento eres la ''yo del pasado'' para la tú de 25 años. Haz algo por cambiar ese futuro, míralo como que ya has regresado en el tiempo ¿Qué vas a hacer para tener la vida que quieres y que ella esté orgullosa?''.
Después de colgar el teléfono aquella vez, me sequé las lágrimas y me aferré a interpretar lo que dijo lo mejor posible, para levantarme de mi drama.
No obstante, en esta nueva noche mientras comíamos hamburguesas, me di cuenta de que incluso a él le costaba trabajo seguir sus propios consejos de meses atrás.
Me habló de lo difícil que es no dejarte comer por una sola meta, como esta de ser actores; lo duro que hay que trabajar para que un sueño no se vuelva un capricho en torno al cuál gira tu vida. Que para lograrlo hay que pasar por una especie de duelo, obligarnos a hacer cosas aunque de principio no tengamos ganas y sobre todo, aprender a no ser aprensivos.
Hablamos de cómo está bien que llegar a tus metas cueste más tiempo del que pensabas y como, en camino a ello, los sueños cambian. A pesar de que no lo sentía al cien, y que de hecho me atrevería a decir que lo notaba triste, la plática se sentía real.
Ahí fue cuando me di cuenta de que ya no se trataba de mí solo oyendo hablar al chico que me gustaba. Era yo escuchando activamente lo que mi amigo me decía y comprendiendo lo que sentía.
Entendía los sentimientos que tenía con respecto a la escuela, el teatro, la economía o las relaciones de pareja, porque yo me sentía de la misma manera en varios de ellos.
Caminamos en busca de la parada de autobús en esa colonia que ninguno conocía de la ciudad, con el cielo oscuro a pesar de ser apenas poco más de las 18:30, hablando de nuestros amigos, nuestros planes y una que otra cosa tonta. Como de costumbre, le conté una meta tan ridículamente simple que no había compartido con nadie más y por segunda vez en mucho tiempo me reí de manera sincera y franca con él.
Regularmente estas cosas se relatan de manera inversa, partiendo desde que alguien te gusta y hacia adelante, pero aquí es al revés. Me gusta notar que me río de manera más honesta, que hablo de manera menos filtrada, que no estoy nerviosa todo el tiempo.
Me gusta notar que ya no estoy enamorada.
Y, ojo a esto, el que lo haya estado no implica que lo haya amado, porque creo que jamás lo hice. Lo idealicé. Me inventé una imagen suya tan perfecta que hoy la veo risible. Era tanto así que comencé a ser cuadrada, rígida, falsa estando con él; yo me sentía incómoda siempre y sentía que él también lo estaba así que no siempre disfrutaba estar con él y el resto de nuestros amigos. Que triste.
Gracias a la pandemia nos alejamos y no hablamos durante más de un año, por eso cuando lo volví a ver, en el cumpleaños de una amiga hace pocas semanas, sentí un alivio tremendo al notar que ya no fingía más.
Estaba feliz, me reía, decía lo que quería sin importarme si iba a tener o no su aprobación. Es más, el no tenerla me hacía reír y creaba un ambiente amigable. Esa noche de regreso al metro le dije a un amigo cómo me sentía y me contestó ''se siente muy bien volver a ser tú con una persona, qué bueno por ti''. Por eso, valoré mucho esta segunda vez en la que me dejé ir sin pensar demasiado en lo que decía o hacía.
Hablamos mucho, claro, como tenía que ser entre dos personas que se ponen al día. Y cortamos aquella conversación de repente, porque yo estaba a punto de perder mi parada en el autobús.
No hemos vuelto a hablar desde esa noche. Pronto va a estrenarse Spider Man en el cine y he pensado en decirle que vayamos a verla como una excusa para terminar aquella plática porque esa noche sentí como si dejara de correr.
Mi círculo más cercano está compuesto por personas mayores que yo; no por mucho, pero la diferencia de etapas se nota. Por eso siempre siento que voy detrás de las expectativas. Hablar con gente como este amigo y otros amigos de mi generación me hace sentir que no estoy mal, ni atrasada. Que mis problemas son problemas que todos estamos experimentando. Quiero sentirme así otra vez pero no lo he invitado porque temo que piense que busco una cita, como mis esfuerzos del pasado por salir con él.
Esta vez solo busco hablar. Disfrutar la tarde con alguien de mi edad sin sentir que me están juzgando.
Qué bien se siente ser amiga de alguien. Sentir como crecen, pensar que un día estaremos hablando por las mismas calles, sobre problemas de otra etapa y que pueden seguir ahí.
Me gustaría brindar por la amistad y la libertad que siente tu mente cuando dejas de idealizar a alguien.
Es como si liberaras a alguien de una responsabilidad que, de cualquier forma, no era suya. Nadie sale decepcionadx si decides no esperar nada de las personas y simplemente aceptas lo que ellxs tienen para darte.
Probablemente no es lo que deseas, pero es lo mejor que ellxs pueden darte. Y eso es lo importante, que estás recibiendo lo mejor de alguien.
Que te sea útil, que te aporte o te dañe es algo que tu debes decidir.
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Igual-mayor 20.
Non-FictionNotas, crónicas y a veces, sólo a veces, vómito emocional de una chica cualquiera en su crisis de los 20. No se con certeza qué va a pasar en el futuro, pero quiero escribirlo y si alguien lo lee, que sepa cómo me sentía cuando soltaba la comodidad...