Blanco.

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Las cosas parecían ir de mal en peor...

Simplemente le gustaría darse por vencido, rendirse... Y llorar.

Dejarse consumir por todas las emociones que le brotan desde el interior.

Quiere quedarse ahí donde yace sobre sus rodillas todo el tiempo que su corazón lo necesite.

Anhela tanto no estar sólo ahí. Pero, al mismo tiempo siente que incluso una persona más que le acompañe, lo abrumaría demasiado.

¡Dios! ¡Desearía no estar ahí!

Pero... No puede evitarlo. Estar, es lo correcto. Es lo menos que puede hacer por él... Lo único que ahora puede hacer.

Desearía que el cielo lo acompañara cubriendolo con su manto blanco y acompañara a sus lágrimas con las propias.

Aunque hay algo que no debe olvidar, y es, que eso sólo pasa en las películas y ésta es la vida real... su miserable vida real.

Quiere tanto decir que se a rendido. Que la vida lo termine como mejor le plazca, porque ya está cansado de luchar y luchar cada vez más, y no obtener más que desdicha. Nunca una clase de recompensa o de retribución a su esfuerzo. Sólo... quisiera que ya todo acabe.

Las lágrimas se han detenido hace unos minutos. Los rayos del sol son cálidos, aun así no logran penetrar en su corazón que contadas veces a latido calidamemte por alguien más... Y por si mismo.

Su lengua se duerme y su garganta se cierra cuando quiere decir algo, aquello por lo que se decidió a ir por fin. Más las palabras no brotan. No lo hacen cuando siente las lágrimas acumularse de nuevo por los recuerdos, aunque está vez no les permite deslizarse y las limpia con algo de fuerza.

Y mentalmente se dice: No. Aún sí siente que ya a dado todo lo que le quedaba por dar. La necesidad de derramar más de su tristeza no será una de ellas.

Observa sus manos y están vacías, no hay calor alguno que se pose con cariño sobre ellas de nuevo.

A su al rededor los colores son alegres, parecieran estar vivos, se ríen de su gris y apagada presencia. Levanta la mirada y frente a sus ojos, él dolor más llamativo no es el que siente ahora. Sino aquel que siente que puede llegar en un futuro... un futuro no muy lejano, pero que al mismo tiempo está aún lejos de llegar y decirle a su vez, sin ninguna pena por su persona "¡Hey, aquí estoy... asi que dime, ¿qué harás?!"

Bueno... No lo sabe.

Suspira. Y piensa que nunca en su vida el color blanco le había resultado tan triste en su vida. Solía escuchar que era el color de la tranquilidad, de la paz y calma... "Y vaya que acertaron". Sin embargo, nadie le habló sobre lo triste que podía tornarse también.

Sigue de rodillas y aunque parecieron horas, es consciente de que a permanecido así, sólo por al menos entre un cuarto y casi media hora, desde que llegó.

No olvida aquello que le ha costado decir y más porque ingenuamente su corazón hubiese añorado un abrazo de su parte tras la noticia, escuchar su risa alegre y ver sus ojos iluminados por ese brillo tan especial que tenía. ¡Quizás incluso lo hubiese gritado con todas sus fuerzas! Conociendolo... seguro lo hubiera hecho. Así que, sabiendo que nada de eso sucederá, lo deja fluir al fin. 

Espera el alivio que pensó vendría tras la pronunciacion de cada sílaba, empero, no hay nada, en su lugar está la confusión cuando éso no pasa. Entonces espera unos segundos, y es igual.

Se levanta taciturno de su lugar y le dedica una mirada más a la lápida que a estado obervando desde que puso un pie en ese lugar.

Las flores blancas, el marfil blanco, las letras con su nombre en un banco aún más puro que resalta... todo... en blanco.

Una vez más prueba a contarle su pequeña dicha, que surgió entre tanto desastre en el que se ha convertido su vida, quiere sentir que hizo bien al estar ahí para decírselo otra vez. Su corazón se aprieta aunque también hay una sensación suave fluyendo en sus músculos rígidos. Quizás por fin es aquello que tanto anheló.

Confiado se entrega a ello. Cierra sus ojos y la brisa cálida le a rosado las mejillas. Una caricia que intenta borrar los caminos invisibles por sus lágrimas.

Sus cabellos lisos y cortos se mueven sutilmente con la brisa, no pone atención a su leve tambaleo, en cambio para él es como sentir que bajo sus pies no hay nada más que nubes suaves y acolchadas que le recibirán gustosas. Y es así como su cuerpo pierde fuerza y su consciencia se oscurece.

Si hubo algún golpe contra su cuerpo después de eso, no lo sintió. 

Si hubo algún sonido extra que le llamó con su nombre, no lo oyó.

Si hubo consternación en el rostro ajeno cuando lo atrapó, no la vió.

Para Jiang Cheng, todo comenzaba de nuevo, sólo que aún debía de darse cuenta, y encontrar el valor para iniciar un nuevo camino.

. . . . . . .

Aunque no lo haría sólo como creyó.

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⏰ Última actualización: Dec 13, 2021 ⏰

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