Primera Parte: Soobin

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Dedicado a LasGalletasDeSoo ❤️🍪

20 de septiembre, 1986


A las personas les da miedo lo diferente.

—¿Supiste sobre lo del hijo del señor Choi?

—¿El farmacéutico?

—¡Sí, él! Las vecinas suyas me han comentado que su hijo es homosexual y que fue visto besándose con otro chico cerca de la plaza.

—¡Santo cielo! ¡Qué horror!

Les da miedo aceptar que cada quien es dueño de su propia vida, que todos somos seres humanos y se nos permitió nacer con el firme propósito de ser libres.

Pero esa es otra cosa a la cual temen: la libertad. Por eso suelen horrorizarse al conocer a alguien a quien no le da miedo mostrarse ante todos como realmente es, alguien que no teme abrir su corazón sin importar que tan duro pueda ser enfrentar a la muchedumbre heterogénea de personas que han crecido con las alas atadas al suelo sin oportunidades de volar.

—También me han contado que lo expulsaron de la escuela por su comportamiento, muchos creen que solo quiere llamar la atención, pues verás que no tiene madre y su padre es un hombre trabajador y muy honrado, así que no le dedica suficiente tiempo.

—¿Qué habrá hecho mal ese hombre para que Dios lo castigue con un hijo así? Es una desgracia. Fíjate, si no estudia se quedará sin un futuro.

—Yo estoy feliz de que haya sido así. De ninguna manera iba a aceptar que semejante fenómeno esté cerca de nuestros hijos, puede ser una mala influencia.

—¡Tienes razón! En tal caso es un alivio. Deberíamos ir a la iglesia el fin de semana y agradecerle a Dios por eso y también pedir por el pobre señor Choi, él no merece ese castigo.

—Me parece una brillante idea, le avisaré al padre para que también lo incluya en sus oraciones.

En muchas ocasiones me he preguntado si esas absurdas creencias en serio existieron hace tantos siglos, y es que, con padres tan religiosos como los míos, me sé buena parte de la biblia y en ningún lugar sale que las personas libres deben ser condenadas o tratadas de una manera en específica y despectiva, pero hace rato también que yo me he alejado de esas cosas, por lo cual apenas escuché a mi mamá iniciar un rosario con su amiga, decidí encender mi pequeña radio en bajo volumen y dejar que las melifluas notas de una canción de Queen inundaran mis oídos mientras seguía fingiendo que yo era tan libre como ese chico.

Porque yo también quería serlo.

Quería mostrar mi verdadero corazón a las personas, decir en voz alta cuales eran mis gustos y aceptarme tal como soy; pero no era tan valiente como el dichoso hijo del señor Choi, yo, más bien, era solo un idiota con aires de grandeza que solo podía sacar a relucir cuando me ocultaba en el sótano de la casa, cerca de la vieja lavadora y la máquina de coser empolvada que mi madre nunca usó, mientras hacía dibujos de otros chicos, pues era lo que más me gustaba: el arte y los chicos.

Fue así que me di cuenta de qué era. Hace un par de años, cuando miré a uno de mis compañeros de escuela y luego no pude dejar de pensar en él, comencé a sospechar sobre mis propios gustos, pero no fue sino hasta que tomé un lápiz y una hoja y lo retraté, que lo entendí.

Al principio tuve miedo, pero ya luego no pude controlarlo, seguía topándome con otros chicos y mi alma sentía la necesidad de dibujarlos, de demostrar de alguna manera qué era lo que podía habitar en mis entrañas, entonces llegó un punto en el cual no me interesaba en lo más mínimo.

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