Agonía de un suicidio

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Una desolada noche, una grieta en el tiempo, lágrimas de hielo. Vagaba en un mundo lleno de tinieblas, sin rumbo, poseído por los sentimientos de destrucción que albergaba en su corazón, consumido por la negrura de su alma. No había esperanza, no había salvación, perdió la vida por su propia mano, sin buscarse una redención, no quería el perdón de nadie, hacía tiempo que perdió la capacidad de sentir, de desear.

Murió una noche como aquella, antes de vagar por el mundo como alma en pena. Muerto y sin poder dar marcha atrás. No dejó nada en el mundo para que pudiera ser recordado, nadie le perdonó jamás lo que pasó, lo que ocasionó con su inmunda crueldad. Cuando haces que la persona que supuestamente amas se retuerza en su propio dolor no eres digno de indulgencia, no mereces compasión.

Jamás se perdonó a sí mismo, jamás pudo hallar consuelo entre sus lágrimas de hielo, sus únicas compañeras junto al desconsuelo y la soledad.

Lágrimas de hieloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora