Un Enemigo Cercano

Matemos el uno al otro

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Era difícil encontrar buena ayuda en estos días.

Oh, por supuesto. Esto fue Seúl. No había escasez de adolescentes ricos en machismo y moralmente en bancarrota que aprovecharían la oportunidad de llamarse a sí mismos un líder de pandillas. Demonios, tal vez algunos de ellos incluso harían un trabajo decente en eso.

Pero la misión de Gun nunca había sido puramente empresarial. Si el presidente lo iba a enviar corriendo por la ciudad, formando equipos para financiar sus turbios esfuerzos, entonces Gun se divertiría un poco con eso.

Ahí fue donde entraron en juego sus exigentes preferencias personales.

A Gun le gustaban las cosas buenas de la vida. No había ninguna vergüenza en ello. Había trabajado muy duro para estar donde estaba hoy, y tenía la plena intención de disfrutar de todo lo que su posición le brindaba. Los nuevos trajes que compraba semanalmente costaban más de lo que la mayoría de la gente ganaría en toda su vida. Bebió bebidas alcohólicas de primera, fumó solo los mejores cigarrillos y devoró comidas de restaurantes de cinco estrellas como si fueran bocadillos de gasolineras.

Solo faltaba una cosa en su vida.

Ahora. Gun no estaba solo, o alguna tontería cursi como esa. No tenía ni tiempo ni interés en un romance informal. Sin embargo, un hombre tenía necesidades. Y había muchas mujeres perfectamente agradables dispuestas a ayudarlo con eso. Simplemente ... no fue suficiente. Al final de cada noche, se quedaba con un hambre en el estómago y una picazón en las extremidades que le decían: No te conformes con eso. Necesitas mas. Usted sabe que lo hace.

No podía ignorar esa voz para siempre.

Johan fue el primero en abrir los ojos de Gun a lo que, finalmente, podría satisfacerlo.

Gun había estado aplastando a los posibles competidores bajo sus talones durante tanto tiempo que había olvidado lo que realmente era luchar . Sentir que su oponente aterriza golpe tras golpe sobre él. Que su pulso se acelere y su mente se ilumine y su sangre corra por sus venas. Reír, alegre, con cada repugnante crujido de hueso, porque así se sentía estar vivo.

Y bueno. Gun ya había crecido. Él entendió. Podía poner nombre a lo que le hacían sentir esas sensaciones.

Johan pudo haber sido un mestizo poco refinado que había tenido más suerte que nada. Pero, aunque solo fuera por un momento, había hecho que Gun sintiera lo que había estado persiguiendo durante tanto tiempo.

"Tú", murmuró Gun, mirando al joven ensangrentado que había inmovilizado bajo su zapato de diseñador. "Me gustas."

Johan tenía mucho potencial, tanto como jefe del equipo recién bautizado God Dog como discípulo de Gun. Gun no tardó mucho en darse cuenta de que el niño había aprendido sus misteriosas habilidades de combate simplemente observando y copiando lo que hacían sus oponentes, pero bueno, ¿quién era él para quejarse si obtenía resultados? Podría trabajar con eso. Dale a Johan unos cimientos más sólidos y deja que se construya a partir de ahí.

El niño tampoco era malo para los ojos. Estaba delgado por años de pasar hambre en las calles, y combinado con el cabello largo que se negaba a cortarse adecuadamente, parecía una niña la mitad del tiempo. Pero no era por eso que Gun estaba interesado en él.

Al final, sin embargo, todas las cosas buenas tenían que llegar a su fin. Ya sea que Johan lo supiera o no, Gun se había desencantado de él mucho antes de que su propia banda violara sus términos y se volviera contra él. Claro, Johan había sido divertido ... al principio. Cuanto más se diversificaba Gun en las pandillas existentes, más claro para él era que Johan era demasiado dócil.