Capítulo unico.

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Domingo por la mañana; un día en el cual todo mundo descansa para reponer energías y afrontar el tortuoso día lunes.

El pequeño peli-rubio hizo un esfuerzo descomunal por abandonar el acojedor calor de su cama y atender al llamado de la puerta.

Dándo un largo bostezo, se estiró en su lugar para dirigirse perezosamente hacia la puerta, ignorando las pintas que llevaba, frotó sus puños sobre sus ojos, abriendo la puerta con lentitud, parpadeo varias veces, enfocando mejor a quien yacia tras la puerta.

—¿Hm? ¿Baji-San? —preguntó extrañado, tal vez era producto de su imaginación y por el sueño estaba alucinando con su novio, justo en ese momento sintió unos finos labios posarse suavemente sobre los suyos, exaltado salto en su lugar, abriendo aún más los ojos.

—¿Me dejaras entrar ahora o dejo la comida y me voy?

—¡No! Claro que no. Pasa, pasa. —Tomó la mano de su mayor, atrayendolo al interior de su hogar, cerrando la puerta detrás de el.

—He traído Yakisoba. Vamos a compartirlo ¿no? —El de cabellos azabache dio una de sus típicas sonrisas, mostrando sus finos colmillos, levantando las bolsas que traía en ambas manos.

—Pero... Son las siete de la mañana. —Recordó un tanto avergonzado, no esperaba la visita de su novio a esas horas pero siempre era momento para tener cerca a su chico.

—Lo sé, por eso traje tus dulces favoritos para que devores en lo que esperas el almuerzo. —Sonrió con dulzura por unos cuantos segundos, al ver el estado de su pequeño novio, con sus ojos adormilados, el cabello revuelto y una de sus camisetas que quedaban enormes en su diminuto cuerpo. —Te ves realmente adorable, nene.

—El menor frunció el ceño, dándose la vuelta para darse una mirada de pies a cabeza en su gran espejo, sintió sus mejillas arder al ver como estaba y se largo a correr a su habitación, dejando  al pelinegro carcajeandose en la entrada.

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—Chifuyu, ya basta. —Soltó un pesado suspiro, adornando su rostro con una sutil sonrisa. Su cabello se encontraba repleto de coletas y adornos de diferentes colores, su novio se las había dado de estilista; ambos tumbados en la cama, con el menor sobre su regazo, y sus pequeñas manitas peinando su largo cabello.

De una relación no te esperas que tu novio te trate como a su muñequita, pero así era para ellos dos, Chifuyu jugeteaba con el cabello de baji, apretando sus mejillas de vez en cuando, por la dulzura que le causaba ver a su mayor repleto de accesorios y pequeñas coletitas en su cabello. Pues quien era Baji para negarse a la ternura que era su novio, si con un par de pucheros derretia hasta lo más profundo de su corazón, siendo incapaz de decirle no a lo más mínimo que pidiese.

—¡Woah Baji-San, se ve precioso! —El menor dio una mirada orgulloso de su trabajo, tomando las mejillas de su novio entre sus pequeñas manos, acercó sus labios a la nariz de su mayor, dejando un pequeño beso en esta, para luego, sonreír con un evidente sonrojo en sus mejillas.  —Ahí tienes tu recompensa, gatito.

—¿Eh? —Baji observó al menor con el ceño fruncido, pues esa era una muy baja recompensa y estaba apuntó de alegar pero los labios del peli-rubio apresaron los del mayor, antes de que hubiese podido soltar una sola palabra más.

Las manos del azabache rodearon la cintura de su pequeño, atrayendo su cuerpo aún más cerca, al mismo tiempo en que sus labios comenzaron a moverse sobre los ajenos con suavidad, hizo su cabeza hacia un lado, profundizando el beso, el de baja estatura tampoco quería quedarse atrás, rápidamente comenzó a seguir el compaz del dulce beso.

Enterró sus dientes suavemente en el labio inferior del menor, provocando que este instintivamente abriera su boca, dándole acceso a que su lengua se adentrar en su boca, recorriendo cada rincón de esta, dando inicio a una pequeña guerra entre ambas lenguas por quien obtenía el dominio de la situación, siendo baji el ganador de la placentera batalla.

Debido a la falta de aire, separaron unos minúsculos centímetros sus labios, sin muchos animos.

El primero en abrir sus ojos fue chifuyu, quien paseó su mirada desde los rojizos labios de su novio, hasta aquellos negros orbes que le miraban con desbordante amor y dulzura, se estremeció entre sus brazos, con sus mejillas enrojecidas, no importaba cuantos años llevara al lado de aquel hombre, siempre reaccionaria de esa forma a sus demostraciones de afecto, las suaves caricias y toques, junto a esos besos que le dejaban sin aire, eran su perdición y lo supo desde el primer momento.

—Te amo, como a nadie en este mundo, pequeño. —Comento el mayor de forma tan natural, como si su subconsciente hubiese hablado por el, sus manos recorrían con lentitud el torso del menor, al interior de su camiseta, acariciando la tersa piel con sus largos dedos.

—T-te amo mucho más, Baji-San. —Echo un manojo de nervios, dio un suave suspiro, terminando sus palabras, para volver a los labios de su mayor, podrían pasar el día completo justo así, uno junto al otro, era lo unico que necesitaban.

Ambos se pertenecían en cuerpo y alma, no hacían falta más palabras para demostrarlo, con una sola mirada podían transmitirse todo el amor que albergaban sus corazones.

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Sweet ⸙Donde viven las historias. Descúbrelo ahora