Quererse a si mismo es quizá el hecho más importante que garantiza nuestra supervivencia en un mundo complejo y cada vez más difícil de sobrellevar,. Aún así, y curiosamente, gran parte del aprendizaje social se orienta en sancionar y subestimar el valor del amor propio, posiblemente para evitar caer en garras del engreimiento. Si decides felicitarte dándote un beso,es probable que las personas que te rodean (incluyendo al psicológo de turno) evalúen tu conducta como ridícula,narcista o pedante. Es mal visto que nos demos demasiado gusto o que estemos muy alegres de ser como somos (una persona muy feliz consigo misma y con el mundo puede fácilmente ser diagnosticada como hipomaniaca por algunas reconocidas clasificaciones psiquiátricas). Cuando nos ocupamos de nosotros mismos por demasiado tiempo, nos mimamos o nos autoelogiamos, llegan advertencias: "¡ Cuidado con exceso de " tu "¡Ojo con el orgullo!". Y en parte resulta muy entendible si se ven los estragos que puede realizar un ego inflado y sobredimensionado; sin embargo una cosa es ser egolatra, egoísta o egocéntrico, y otra muy distinta ser capaz de aceptarse a si mismo de manera honesta y genuina sin hacer alharaca ni despliegues publicitarios. La humildad es ser consciente de la propia insuficiencia, pero de ningún manera implica ser ignorante de la valía personal.
La consigna: "quierete, pero no en exceso" , es decir desproporcionada o irracionalmente ( para no quedar embelesado y atrapado por la propia imagen reflejada), es un buen consejo ya que nos pone en alerta contra el lado oscuro de la autoestima. No obstante, es mejor no exagerar y tener presente que en determinadas situaciones, donde nuestro amor propio es vapuleado o atacado, quererse a uno mismo sin tanto recato ni miedos irracionales nos puede sacar a flote y permitir andar con la cabeza en alto.La política de ocultar y/o minimiza el autoreconocimiento y de disimular las fortalezas que poseemos produce más daño que beneficios. Continua...