27. Libres

903 76 17
                                    

Toqué la puerta principal de la casa de ______, mi corazón estaba que explotaba de los nervios y la presión de estar ahí. ¿Qué le diría a sus padres para poder pedirles permiso y que cedan a dejarme salir con su hija?

―Buenos días, ¿qué tal? ―sonreí al ver a una mujer adulta frente a mí, ella me sonrió de vuelta.

―Buenos días, ¿qué se te ofrece? ―preguntó tranquilamente, sentí que la garganta se me cerraba― ¿Te conozco?

Se recargó en la puerta para poder verme bien, aquello sólo empeoró mi condición física y psicológica; era ahora o nunca.

―Sí, soy... ―me quedé callado intentando descifrar una etiqueta correcta para hacerle entender mi relación con su hija.

― ¿Qué?

―Soy amigo de ______ ―dije.

― ¿Amigo? ―se me quedó viendo― No, tú eres ese que hace vídeos en internet, ¿no?

Me miró confundida y molesta, se cruzó de brazos esperando mi respuesta.

―Ese, soy yo.

―Bien, pues no sé qué haces aquí pero te puedes ir yendo. ¿Quién te crees para venir a buscar a una menor de edad?

―Sinceramente, no es menor de edad porque acaba de cumplir 17 ―mencioné tratando de tranquilizarla.

―Acá eso es ser menor de edad, no sé de donde vengas tú también lo sea...

―Lo es ―le interrumpí―. Pero creo que ______ a los 17 es una edad apropiada para que ella vaya aprendiendo a tomar decisiones de lo que quiere en su vida.

La señora me fulminó con la mirada: ― ¿Pero cómo me puedes decir eso? Está en la preparatoria, ¿tú crees que sabe qué quiere? Está estudiando, eso es lo que debería de importarle solamente.

―Tiene razón, pero ella no se ha estado desocupando de la escuela por mí. Créalo. ―le miré seriamente― ¿Puedo pasar y así hablar mejor?

―Rápido ―respondió dándome el pase―. ¿Desde cuándo estás aquí?

―Hace una semana llegué.

― ¿Ella sabe que estás aquí? ―cuestionó sentándose en el sillón, me quedé de pie― Siéntate.

Obedecí.

―Sí, lo sabe.

―O sea, ¿me estás diciendo que mi hija está viéndose sin mi permiso contigo? ―preguntó.

―No. Es decir, sí, pero nos vemos en lugares públicos ―mentí, ella me miró molesta―. La verdad, iré al grano: yo no planeo herirla, no planeo avergonzarla o faltarle al respeto. Soy una persona a la que han criado de una manera en la que sé que debo de respetar a una mujer y hacerla sentir bien. Créame que su hija es muy importante para mí, tan importante que viajé desde Madrid, España hasta América. El otro lado del mundo, ¿no cree usted que es muy evidente lo que siento por ella? Me importa lo que usted piense de mí, de nosotros. Quiero que esté todo bien con ella... Sobre todo, que le tengan confianza.

Su rostro expresaba confusión, como si no supiese algo qué responder.

― ¿Cómo me pides que le tenga confianza después de la última estupidez que hizo al mentirme para ir a Estados Unidos? No es por ser grosera o algo así, la verdad creo que no tiene edad suficiente para que esté contigo.

― ¿Por qué? Amor es amor ―dije filosófico.

―Sí, amor es amor, pero no en mis términos ―se rio levemente―. ¿No crees que van muy deprisa?

No saben nada de nosotros {Rubius y tu}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora