Llevo tres días sin levantarme de la cama. Apenas he comido, mas no tengo apetito. Lo único a lo que me siento capaz de dirigir la mirada es el techo, pues no me digno a ver más de este sucio estercolero al que llamamos mundo.
No es justo. Es lo único que repito desde que estoy aquí. Y en realidad no lo es. No es justo en absoluto.
Dicen que me necesitan para resolver el caso, y que debo estar con fuerzas y completamente despierta. Poco a poco iré recuperando la memoria, eso dicen ellos. Qué sabrán, ellos no estaban donde yo estuve. Ellos no vieron nada. Absolutamente nada. Pero yo sí. Y aun estando aquí tumbada, casi sin fuerzas para pestañear, esperan de mí que los ayude. ¿Y ayudarles cómo? me pregunto; si ni siquiera puedo articular una simple palabra sin echarme a llorar. Ellos lo atribuyen al trauma y las secuelas que han podido quedarme tras presenciar tal acontecimiento, pero no es así. Es más, ¿cómo estar más despierta que ahora cuando no consigo mantener los ojos cerrados más de quince minutos? Las pesadillas han vuelto. Me atormentan de nuevo y creo que se deben a la impotencia que me recorre por dentro. Cada milímetro de mi cuerpo se pudre lentamente por mi indiferencia, pues, ¿qué debo hacer ahora? ahora que mis huesos ya no responden a mis peticiones para salir de aquí y regresar a aquel lugar y perecer. Perecer porque aun teniendo en mis manos la oportunidad de haber impedido que este momento llegase, hice caso de mi orgullo, en la peor situación en la que podía haberlo hecho; y entonces vi el motivo por el que estoy aquí.
ESTÁS LEYENDO
Amapolas
Teen FictionElla es mi droga. O mejor dicho, lo era. Ella era mi razón para seguir adelante. Y como en cualquier proceso de desintoxicación, he caído de nuevo. Y ese beso, aunque solo fue uno, hizo mi cuerpo olvidarse del resto; pues yo soy una de esas personas...