Prólogo

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Toda mi vida he sido normal.

Al contrario de mis madres, un dúo caótico que tras sobrepasar los límites de la excentricidad fueron expulsadas de Piltover, yo sí era normal.

Bueno, alguna vez lo fui. Pero eso llega después.

Su partida se llevó todo, y me dejaron solo con un apellido qué limpiar. Contribuyó a sembrar en mi cabeza una idea que tomó la forma de un miedo a aquello que no fuese normal, que a su vez, me hizo aprender la naturaleza de nuestra sociedad.

El mundo era gentil con aquellos que se mantenían al margen; con aquellos que acataban órdenes sin rechistar. Detenerse a cuestionarse algo era indeseado. Así era como, aquellos que se atrevían a cruzar los límites e iban en contra de las tradiciones acababan siendo excluidos por prejuicios.

No quería ser indeseado al igual que mis madres.

Por lo que hice a un lado todo parentezco que compartiese con ellas y aspiré a ser normal. «Un Vigilante es de lo más normal», creía. Estar horas de pie con uniformes elegantes e incómodos era lo más normal que se me ocurrió a los diez años.

Bueno, convertirse en Vigilante no era del todo sencillo. Me rendí en eso y empecé a considerar el suicidio.

Pero llegó Jayce Talis y me ofreció volverme parte de su personal, la seguridad de la casa Talis. ¿Me lo ofreció porque reconoció mi capacidad para el puesto? Por supuesto qué no. Lo hizo porque era admirador de la investigación de mis madres y vio en mí la oportunidad de indagar en sus hallazgos, los que habían sido ocultos para el ojo público.

Serví a su casa por un tiempo, y fui testigo de como aquello que había llevado a mis madres a su destierro, lo convirtió en el «Señor del Progreso», al igual que lo hizo ganar el título de Concejal.

Y ser Concejal no es poca cosa.

Me molestó.

Bien, es todo. Esa introducción fue necesaria.

Ahora mismo mi vista se centra en mis pies, que se retuercen nerviosamente mientras la voz del Señor Progreso resuena con firmeza por todo su despacho. Quizá estoy demasiado nervioso como para encararlo.

Maldita sea, lo hice de nuevo.

—... ¿Estás dispuesto en verdad a hacerlo? Tu compromiso a Piltover me alegra, Reitz. Es arriesgado, pero como te ves tan determinado no te lo negaré. Conocemos el poder que la gema podría tener en las manos equivocadas. Así que me...

Yo lo había dicho de broma, lo juro. Uno dice muchas cosas por orgullo. A veces se ve completamente cegado por él, y con tal de demostrar el valor que se cree tener, tomamos decisiones precipitadas e imprudentes.

Yo siempre he sido así.

«Una florecita como tú a duras penas es capaz de cumplir con su labor —decretó entre risas—. ¿Y te crees capaz de algo así? Deja de soñar, niño. Te humillarás a ti mismo» .

Como ya mencioné, yo había sido contratado por la casa Talis para su personal. Mi llegada no fue muy bien recibida por los demás funcionarios. Muy joven para mi puesto, me decían. Muy torpe, muy frágil, muy, muy, muy. Una florecita. Me llamaban florecita. Sabía que quizás era la envidia de que alguien tan joven consiguiera un trabajo como éste tan fácilmente. Y sí, lo había ganado por pura suerte y consideración del Señor Talis.

Por favor, no sean como yo. Échenle ganas al estudio. Yo quería estudiar artes, pero terminé siendo yo.

«¡¿Ah, sí?! ¡Ya verán! ¡Recuperaré esa estúpida gema robada de la que tanto hablan, y verán quiénes son los verdaderos inútiles, comemierdas!, ahí me pedirán disculpas, heh».

A veces podía llegar a ser muy condescendiente.

Mi berrinche había llegado a los oídos del Señor Progreso. Y quizá fue la convicción del momento y mi determinación lo que lo convenció de que mis palabras iban en serio.

¿De verdad se lo creyó? ¿Si digo que iré al espacio y explotaré la Luna me va creer también?

Y por eso había acabado en esta situación.

El incidente que se había producido en el día del progreso estaba en la boca de todos, y fue imposible no enterarse, era como un rumor que sobrevolaba cada esquina. Algunos expresaban su pesar a las familias de los guardias que habían muerto en la explosión, y otros se preocuparon más por la piedra y los documentos de la investigación del Señor Talis (y el otro) que habían sido robados. Tanto caos producido por una persona.

—Sería una gran contribución, y podríamos reunir más información acerca de la persona que provocó el atentado. Si lo capturamos, podríamos...

Siguió hablando. Pero no lo oí.

Ir a los suburbios para recuperar la gema y los documentos de la investigación, reunir información acerca de la persona que había causado el alborotado y si es posible, capturarla.

No, jamás, soy incapaz de eso.

—Por supuesto. Soy completamente capaz de eso. Cuente conmigo, Señor Talis. Estaré feliz de ayudar.

No.

El Señor Progreso me regaló una sonrisa y traté de hundir mis nervios en lo más profundo de mí.

El problema conmigo, es que era yo era un joven desesperado por la aprobación y reconocimiento que mis madres no habían podido darme.

Cuando salí de su despacho reprimí el impulso de patear la maceta a mi lado. También reprimí un grito de frustración y los golpes que quise darme.

Yo sabía que caerme de bebé traería consecuencias.


:p

spy | jinx & male readerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora