Trauma

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La silla de caoba se mecía lentamente, sosteniendo a una pequeña mujer de apariencia delicada y frágil, sus suaves cabellos grises eran trasladados de un lugar a otro por la brisa primaveral que se colaba por la gran ventana de su habitación.

Eijirou dudó en entrar, sus pequeñas manos temblaban ante la incertidumbre y el miedo. Temía ver a su madre con la misma mirada llena de rabia que le dedicaba desde hace algún tiempo, pero, lo que más temía era confirmar que la mujer sentada en esa cómoda silla, en realidad, no era su madre.

Muchas veces su padre trató de convencerlo desesperadamente de que la pobre mujer era su verdadera madre, pero él había perdido completa capacidad de reconocerla. Los ojos negros de su madre nunca fueron tan grandes, la piel de su madre nunca estaría tan dañada, sus huesos jamás se marcarían como si no tuviera nada de músculo bajo la piel.

Eijirou sabía que ella no era su madre, empezó a notarlo desde que su actitud hacia él cambió bruscamente, eso sumándole a su extraño cambio físico, le hacían pensar que una impostora había tomado el lugar de su madre, y que solo él era consciente de ello.

Dio otro paso tímido para atravesar la puerta de la habitación, y cuando estuvo lo suficientemente cerca de la mujer, bajó la mirada y comenzó a jugar con sus dedos de forma nerviosa.

—Habla ya Eijirou—la voz rasposa llenó por completo la habitación, ella aún seguía dándole la espalda sin molestarse en voltear ni siquiera un poco para verlo. Eijirou suspiró con miedo y comenzó a soltar balbuceos intentando explicarse.

—Y-yo... yo q-quería preguntarte algo...

—Deja de tartamudear y dime que quieres de una vez—lo cortó fríamente, todavía sin dirigirle la mirada a pesar de que Eijirou se había posicionado cerca de su costado izquierdo. El pequeño pelinegro se puso más nervioso y levantó su mano para agarrar de forma suave el brazo de la mujer, algo que siempre hacía cuando se sentía abrumado y buscaba apoyo.

—Quería preguntarte... ¿Qué le hiciste?—sintió sus ojos llenarse de lágrimas al sentirse ignorado—¿Qué le hiciste a mí mamá?—no pudo contener un sollozo al decir lo último. Extrañaba a su mamá, la mujer cariñosa y amable que siempre le daba un cálido abrazo después de un día duro en la escuela, aquella que poseía unas mejillas regordetas que se inflamaban cada vez que sonreía.

—¿Quieres saber que le pasó Eijirou?—la voz comenzó a hacerse más y más grave a medida que hablaba, tanto que lo hizo retroceder unos cuantos pasos asustado—ella, está muerta.

Eijirou comenzó a llorar al oír las palabras, su corazón se apretó dolorosamente dentro de su pecho e intentó cubrirse las lagrimas con sus brazos, porque sabía que ahora mismo, la impostora lo estaba mirando fijamente, con esos ojos enormes de ciervo que lo aterraban.

—¿Qué pasa niño? ¿no era una respuesta lo que querías?—la voz ahora era insoportable, el tono grave y cantarín atravesaba su médula espinal con olas de terror y desesperación. No quería levantar el rostro, no quería ver a la cosa frente a él.

—¡Eso no es verdad! ¡Ella está viva!—comenzó a gritar desesperado, casi desgarrando sus cuerdas vocales, todavía tapando fuertemente sus ojos—¡T-tú, tú le hiciste algo a mí mamá! ¿¡Donde está!?

La mujer comenzó a reír descontroladamente, burlándose de su desesperación. Eijirou gritó aún más fuerte, tapando con fuerza sus orejas. El tono de voz de esa cosa ahora ni siquiera parecía humano o algo semejante, era totalmente monstruoso, algo que jamás había escuchado.

Detrás de sus parpados apretados pudo distinguir como las sombras se movían. La mujer se estaba acercando hacia él. Retrocedió todo lo que pudo hasta estrellarse contra una pared, con el corazón latiendo desbordante de miedo, apretó los ojos hasta ver pequeñas luces flotando sobre ellos.

𝐖𝐀𝐑𝐌 ─ kiribakuDonde viven las historias. Descúbrelo ahora