Capítulo XVIII: Danger.

9.9K 730 19
                                    

Sia;

Los sollozos se me escapan junto con las lágrimas que no te dejado de soltar desde que azoté la maldita puerta de la habitación de esta maldita mansión que jamás debí pisar. ¿Cómo puede hacer esto? ¿Hace un mes me dijo que se había enamorado de mí y ahora le pide matrimonio a otra mujer? Entiendo que esté dolido y enojado conmigo, pero eso no justifica que ahora se arrodille frente a otra mujer, pidiéndole matrimonio. ¿Por qué no me escuchó cuando le pedí que lo hiciera?

Juro que intento regular mi respiración, lucho contra todas las emociones que intentan apoderarse de mí porque no soportaría que esto afecte a mis bebés. Todavía con el enojo a flor de piel, comienzo a lanzar mi ropa a la maleta desquitando con cada prenda la rabia que siento. ¿Por qué? ¿Por qué tuve que llegar en el momento exacto en el que le colocaba el anillo a esa mujer? ¿Quién es ella?

Lo que me hace sentirme peor es que resulte evidente que ya tenía algo con esa chica antes de conocerme porque dudo mucho que le pidiera matrimonio a alguien que acaba de conocer. La fuerte lluvia que azota afuera de la casa, y la música del vestíbulo son más fuertes que los sollozos que inevitablemente suelto. Me dejo caer en la cama y llevo mis manos a mi vientre. Ellos son lo único que debería importarme, no el imbécil de su padre y su propuesta de matrimonio.

Me despojo de la ropa y entro en la bañera dejando que el agua caliente baje por mi cuerpo, quitando las lágrimas de mi cara junto con el maquillaje que ya estaba corrido antes de que comenzara a llorar. Salgo de la ducha y finjo no ver a Elijah sentado en la cama cuando salgo del baño.

—¿Por qué no estás abajo celebrando mi compromiso como los demás? Cristal se muere por conocer a la futura madre de mis sobrinos. —inquiere y me detengo a mitad de camino para observarlo. ¿En verdad tiene la cara de entrar en mi habitación para decirme esto? Río con amargura y paso de él, aprovechando que se levanta; me meto debajo de las sábanas en un intento de no alterarme más.

—Sia, no hagas tal desplante, pensarán que eres una maleducada. —continúa, su vista va en dirección a la maleta que yace abierta al lado del tocador. Me incorporo en la cama y lo observo con la vista empañada.

—¿Por qué no me dijiste que era tu fiesta de compromiso? Me hubiera ahorrado... —me detengo cuando es él el que ríe con amargura.

—No seas hipócrita, permitiste que me acostara contigo, hiciste que me enamorara de ti aún sabiendo que estás a punto de hacer padre a mi hermano. —agrega y me levanto de la cama, enviando al carajo el autocontrol.

—¡No me hables de amor cuando hasta hace un momento le estabas pidiendo matrimonio a una mujer que no soy yo! ¡No exijas sinceridad cuando me queda claro que ella formaba parte de tu vida antes de que yo entrara en ella! —le grito, mostrando en cada palabra la rabia que siento.

—Puedo hacer lo que se me venga en gana, yo no tengo ningún compromiso que me lo impida. En cambio tú, esperas dos hijos de mi hermano. —inquiere, siento una sensación extraña en el vientre, me relamo los labios y dejo que prosiga.

—Debí tratarte como te lo merecías, no debí hacer excepciones contigo cuando es evidente que no mereces a un hombre como yo en tu vida. Estuve ciego durante un tiempo, me alegra que esas dos cosas que llevas ahí—señala mi vientre— me abrieran los ojos. Una mujer que es capaz de acostarse con un hombre esperando dos hijos de su hermano solo tiene un nombre, Sia, resultaste ser más zorra que tu...

Lo corto con una fuerte cachetada que le voltea el rostro. Para este punto ya las lágrimas me bajan por las mejillas, ¿cómo puede decirme todo esto? ¿Por qué me lastima así?

—¡Lárgate con tu novia no zorra entonces! ¡Baja a ese maldito vestíbulo, sonríe y dile que la amas aunque sea mentira! ¡Porque te golpeó el ego pensar que te vi la cara de estúpido! ¡Jamás pensaste en la posibilidad de que esos bebés a los que llamaste cosas podrían ser tuyos! —le grito y él retrocede, abre exageradamente los ojos.

—Nunca consideré esa maldita posibilidad porque de ser míos tú me lo hubieras dicho, no serías capaz de hacerlos pasar como hijos de mi hermano, ¿verdad? —cuestiona con furia en la mirada, me sujeta con fuerza de los brazos y comienza a zarandearme.

—¡Basta, me estás lastimando! —le grito y parece reaccionar, se aleja de mí y se limpia una lágrima que le baja por la mejilla.

—Perdón... —susurra con la voz... ¿Rota?

—¿Son mío? —cuestiona y asiento, solo soy capaz de eso.

—¡¿Cómo fuiste capaz de ocultarme algo así, Sia?! ¡Estuve volviéndome loco estas últimas semanas por tu jodido silencio! —grita con exasperación y dejo escapar un suspiro.

—¡Te lo hubiera dicho si no estuvieras tan ocupado ignorándome! —le grito de vuelta.

—¡No hay justificación, Sia! ¡No hay nada que me puedas decir ahora mismo que pueda hacer que yo vuelva a verte con los mismos ojos! —exclama y aprieto la mandíbula, y otra vez siento esa extraña sensación. Elijah sale de la habitación dando un portazo, y voy detrás de él importándome poco que solo lleve una de sus camisas puestas, sí, soy bastante masoquista al parecer.

—¡Espera! —lo agarro por la mano y él me obliga a soltarlo por la forma en la zarandea su mano con brusquedad; me golpeo el trasero con el suelo y suelto un gruñido. Baja las escaleras y sigo detrás de él. Salimos de la mansión bajo la atenta mirada de todos. El agua nos empapa a ambos.

—¡Deja de perseguirme, joder! —brama golpeando la puerta del auto.

—No quiero que te vayas así, por favor...—recuesto la cabeza en su hombro, la sensación se vuelve como un ardor; decido ignorarlo para concentrarme en Elijah.

—Sia, me acabo de comprometer con otra mujer, y la he dejado plantada en el jodido vestíbulo porque no puedo respirar. Me estoy conteniendo, no sé como pude pensar que eras distanta de ella.

—¡¿De quién hablas?! —exijo saber y él niega.

—Cuando nazcan los bebés voy a hacerles una prueba de ADN, porque ya tu palabra no vale nada para mí. Olvídate que alguna vez cometí la estupidez de confesarte que me había enamorado de ti. —asegura para entrar en el vehículo una vez la rubia subió con él.

Al entrar en la mansión todas las miradas se depositan sobre mí, pero estoy temblando de frío, miedo y sollozando. Edward me coloca el saco en los hombros y me apoyo de sus hombres, él mira con horror la misma dirección que yo cuando hago una mueca.

—Te llevaré al hospital. —es lo último que logro escuchar antes de desplomarme en sus brazos con el pensamiento de que posiblemente he perdido a mis bebés, porque mis muslos están completamente llenos de sangre.

Sia... [Libro #1] [Saga bebé] +18✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora