"This night is sparkling, don't you let it go I'm wonderstruck, blushing all the way home I'll spend forever wondering if you knew..."
Yūji Itadori
Jujutsu Kaisen
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Con fuego se ha marcado en su memoria aquella mirada que se asimila a la dulce miel con la que su nana cocina sus postres favoritos. Inolvidable. Rebosa de una inocencia infantil que le hace destacar con facilidad entre los demás invitados, como una resplandeciente piedra preciosa entremedio de míseros trozos de carbón apagado. No refleja malicia o malas intenciones como para querer huir de él, al contrario, atrae; al punto de que no ha sido capaz de quitarle la mirada desde que se toparon por accidente la primera vez. No desea que sus ojos se despidan de los suyos con tanta sencillez sin siquiera conocer su nombre y es, por la forma en que la observa desde el otro lado del cuarto ignorado a sus acompañantes, que sabe que él tampoco desea lo mismo.
Robarla de la tediosa conversación con aquellos nobles con una elegancia teñida de una adorable torpeza que solo le hizo sonreír con ternura, fue el mejor regalo que le pudieron haber otorgado durante esa velada. No le importó en lo más mínimo las miradas curiosas de los invitados cuando tomó su brazo para abandonar el lugar junto a él y, mucho menos, pensó en los rumores que llenarían la boca de los desconocidos por días. La noche se le estaba figurando eterna hasta que el joven de cabellos rosados se apareció en su campo de visión; y que su padre le perdone por poner en peligro su reputación de aquella forma, sin embargo, no desea dejar escapar esa oportunidad de entablar una conversación con aquel misterioso sujeto.
El jardín trasero del castillo nada bajo un silencio relajante, que contrasta de una manera maravillosa con la fiesta que se desata dentro de esos grandes muros. La noche es fresca debido a que se encuentran a inicios de la temporada de invierno, pero es incapaz de permitirse sentir frío gracias a que, el joven a su lado, es más rápido y caballeroso de lo que parece a simple vista. Le cubre los hombros con su pesada chaqueta, la cual le hace sentir como un duende a causa de lo grande que esta le queda. Lejos de haberse incomodado con una acción tan audaz por parte del desconocido, le regala una sincera sonrisa de agradecimiento porque no solo le ha agradado el gesto, sino que también el perfume que impregna el material y que ahora ha invadido sus fosas nasales.
— Liliums...
— ¿Ah? — cuestiona luciendo adorablemente perdido, sin haber sido capaz de procesar lo que ella ha dicho.
— Tu chaqueta. Huele a Liliums — le aclara, riendo entre dientes al ver como el mismo chico abre los ojos y la boca con sorpresa. Probablemente está tan acostumbrado al olor que ni siquiera es capaz de percibirlo. — Es un olor muy agradable — le hace saber, consiguiendo que tanto las mejillas como orejas del chico prendan en un adorable fuego que es oculto a medias por las penumbras que inundan el lugar.
— Oh, sí... Debió impregnarse el olor de las flores.
— ¿Trabajas con flores?
— Sí, mi familia tiene una florería — Las comisuras de sus labios se elevan con orgullo en una sonrisa que se copia en el rostro femenino.
Asiente en silencio, mientras avanzan a paso lento por el camino de piedra que es iluminado suavemente por la luz de la luna.
— ¿Cuál es tu nombre?
— Yuji. ¿Y el tuyo?
— Sana.
— ¿Te gustan las flores, Sana?
— Claro que sí me gustan. ¿A quién no le gustan las flores? — pregunta de vuelta, sacándole una melodiosa risa.
— A los amargados, supongo.
— Lo más probable.
Toman asiento en una banca de piedra y dan rienda suelta a una conversación divertida que, por momentos, se vuelve llena de incoherencias gracias a las ocurrencias de Yuji, quien no pierde oportunidad de robarle una carcajada a su acompañante. Los minutos pasan volando. Ninguno de los dos es consciente de lo tarde que es hasta que un guardia de Sana, aparece para darle aviso de que deben retirarse, lo que causa en ambos un sentimiento amargo. Las despedidas no son divertidas; no cuando estás disfrutando tan amenamente el tiempo con la otra persona como ellos dos.
La promesa de volver a verse luce como palabras vacías para el caballero que espera paciente a Sana para escoltarla de vuelta a su hogar, pero para ellos es un compromiso inquebrantable si quieren volver a sentir lo que es caminar sobre algodón de azúcar. La última mirada y sonrisa que comparten queda grabada en la mente de ambos, tintado de un color rosa.
Lo que resta de la noche, Sana se la pasa dando vueltas sobre su cama, pensando en Yuji y haciéndose una y cien preguntas acerca de él. La incógnita de si volverán a verse le carcome la cabeza y le quita el sueño. La sensación de no ser nada más que un personaje pasajero en la vida de alguien tan maravilloso le roba el aliento, por lo que intenta buscar maneras de pensar en otra cosa antes de terminar perdiendo la cabeza.
El cansancio le gana la partida y en sus sueños se encuentra otra vez con él. No sabe si tomarlo como un regalo o una tortura al despertar, pero poco tiempo tiene para pensar en ello para cuando uno de sus sirvientes ingresa a la habitación cargando con un paquete para ella.
Liliums rosa.
Un ramillete modesto. Digno de decorar cualquier estancia en el mundo. Es precioso ante los ojos femeninos y el aroma que desprenden le recuerdan a Yuji.
Abre la carta que acompaña al ramillete. Las mariposas en su estómago revolotean enloquecidas y sus mejillas se incendian.
"Espero que te gusten las Liliums que te he enviado. Las he cortado esta mañana solo para ti.
No he dejado de pensar en ti y que me gustaría volver a verte, si es posible.
Estoy encantado de haberte conocido, Sana.
Atte: Itadori Yuji".
Entierra la cara en lacarta y chilla de felicidad, como adolescente enamorada, causando un susto en lasirviente que se encuentra a unos pasos de ella. Abraza la carta y le ordena a lamujer que le traiga papel y pluma porque está decidida. Tiene que responderlelo antes posible y hacerle saber que ella también está encantada de haberlo conocido.
He estado leyendo muchos manhwas de época antigua, perdón jaja
