Día de navegación

593 65 44
                                    

Los fuertes rayos de un caluroso sol atravesaban las finas y delicadas cortinas de la habitación de Navarrete, ocasionando que éste se cubriera los ojos con el brazo derecho ya que, entre el sueño y el cansancio, esa luz no hacía más que incomodar.

«Chingada madre, ni estando de vacaciones puedo dormir hasta tarde», pensó antes de recordar que las últimas dos noches no había dormido solo.

Se sentó en la cama rápidamente y frotó sus ojos para terminar de despertar.

Volteó la mirada a su lado izquierdo y no la encontró allí.

Altagracia no estaba.

«¿Pero qué carajos?», se preguntó mientras buscaba sus boxers y se dirigía hacia donde se encontraban sus jeans amontonados junto con el resto de su ropa.

¿Dónde estaba Altagracia? ¿Por qué lo había dejado solo? ¿Acaso se había arrepentido de lo que había sucedido los días anteriores? La verdad es que no le sorprendería de ella. La conocía bien y sabía lo impulsiva que podía llegar a ser.

¿Será que había hecho algo mal?

Miles de preguntas cruzaron por su mente mientras que, con manos torpes, buscaba su móvil en cada uno de sus bolsillos.

Un delicado estornudo lo sacó de su prisa.

Se dirigió hacia el enorme ventanal que daba hacia el balcón de su suite y allí la encontró...

No se había ido.

Admirando la maravillosa vista que su rubia y el Pacífico le regalaban, se acercó lentamente hacia ella

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Admirando la maravillosa vista que su rubia y el Pacífico le regalaban, se acercó lentamente hacia ella.

La Doña pareció sentir su presencia y, aún con sus delicadas manos apoyadas en la barandilla de aquel balcón, se giró para mirarlo y sonreírle de una forma que podría cortarle la respiración a cualquiera.

Era prácticamente imposible que se viera más hermosa

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Era prácticamente imposible que se viera más hermosa...

Con su cabello recogido en un moño despeinado, llevando nada más que un hermoso conjunto de encaje color borgoña y una delicada bata de seda que había dejado que se deslizara por sus hombros, logrando así que la cubriera tan solo desde la cintura para abajo.

Tenías que ser túDonde viven las historias. Descúbrelo ahora