• MIRADAS •

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Cap I

Tú y yo, dos personas con tanto en común, pero tan opuestas al mismo tiempo.
Yo con un corazón de fuego y tú con agua circulando en las venas.

¿Por qué las personas correctas llegan en el tiempo incorrecto?
¿Será que es el tiempo y no la persona? O ¿Es la persona en el tiempo adecuado?

-Odio mi existencia- pensé mientras acomodaba mi mochila.

Un 6 de agosto del 2018 a las 14:50 hs, sonó el primer recreo del turno tarde en el colegio, junto con mi mejor amiga decidimos ir al patio para descansar y respirar un poco de aire fresco.

-Ya no es lo mismo- le comenté mientras observábamos a un grupo de chicos jugando al fútbol.
-¿A qué te refieres?- Me preguntó mirándome fijamente.
-¿Es necesario que todo cambie a medida que pase el tiempo?- pronuncié, apartando mi mirada de la suya.
-Todo tiene que cambiar en algún momento, mírate, desde lo que paso con Andrés tú también has cambiado- me respondió.
-Mejor hablemos de otra cosa- la interrumpí antes que dijera algo más.
Andrés había sido una más de mis decepciones amorosas, él era el típico hijo de papá que no recibía atención y por ello se comportaba como un chico malo para obtenerla. Tuvimos una linda conexión hasta que se desvaneció, las pocas personas que rodeaban mi entorno social habían notado mi interés hacia él, pero él demostró su interés hasta que cierto día quedé como un cero a la izquierda.
-Quiero irme adentro, no daré explicaciones- exclamé, cortando el silencio entre nosotras.
-Uf, que sea la última vez- ella respondió, ambas nos levantamos del lugar en donde nos encontráramos sentadas y comenzamos a recorrer los pasillos que nos llevaban hasta nuestro lugar de destino "El Taller".
Durante el recorrido observaba cada rincón del colegio y al mismo tiempo recordaba cada lágrima y grito que salía de mi cuerpo cuando era abusada por mis excompañeros en estos, todo había sucedido pocos meses atrás, pero aún dolía y erizada mi piel cada vez que recordaba aquellos acontecimientos. En ese lapso de tiempo evité llorar, odiaba que se preocuparan por mí y mucho más quedar como una niña indefensa que no sabía soltar sus traumas del pasado. Aunque realmente yo era así, no pude defenderme, me quedé callada y tuve que cargar con la culpa de acontecimientos de los cuales yo no había participado y mucho menos comenzado.
- ¡Eh, mirá por dónde caminas!- alguien exclamó.
-¿Andrés?- pregunté, lo miré y me hice a un lado - de todas las personas con las cual me podía cruzar... Justamente él- pensé, mientras el silencio nos invadía.
-Sí, soy yo ¿te puedes correr? Estorbas mi camino- me respondió.
-Podrías ser menos grosero- susurré con tono bajo.
-Miren quién habló, no sos capaz de pedirme disculpas- me observó y retomo su recorrido.
Mi mirada se perdió, así como él por los pasillos, di media vuelta y decidí seguir por mi camino.
-¿Quieres hablar de esto?- Micaela tocó lentamente mi hombro.
-No, no quiero darle importancia- la miré -Estoy bien, sigamos por nuestro lado- terminé la conversación.
Ella me conocía, sabía que aquella secuencia me había afectado por más que quisiera demostrar lo contrario.
Mi convivencia con Andrés era nula desde nuestro distanciamiento, nos la pasábamos chocando, discutiendo y evitando estar cerca del otro. Realmente me afectaba esta nueva convivencia, pasamos del amor al odio muy rápido y me costaba asumirlo.
Al llegar a taller Micaela se acercó al grupo de nuestros compañeros y a un desconocido que allí se encontraba, ellos establecieron un diálogo rápidamente, mientras que yo habia optado por sentarme y alejarme de la multitud. Inclinando mi mirada comencé a observar todo a mi alrededor, no le encontraba sentido a nada, realmente mi presencia estaba de sobra.
-Tú, necesito ayuda- alguien exclamó, cuando veo era Mica.
-Ya no los soporto- reprochó, en menos de diez minutos los chicos ya la habían sacado de sus casillas y Micaela no era una chica con mucha paciencia, al pesar de no conocerla lo suficiente se había convertido en mi confidente, éramos la típica amistad de la rubia y la morocha. Ella con ojos azules, piel blanca, cabello rubio y lacio, mientras que yo tenía ojos marrones, piel pálida y cabello castaño con rulos.
-Dime, ¿Qué pasó ahora?-le pregunté.
-Te acuerdas del chico que te conté un mes atrás- me mencionó, mirando directamente al desconocido que estaba junto a Gabi (un compañero de clase).
-Ah, el que te "arruino" las vacaciones- acote, honestamente no recordaba como había sido aquella situación, pero por poco le cuesta las vacaciones de invierno a Mica.
-Casi que me las arruina, pero por suerte no pasó a mayor- me respondió- Pero... ¿Me podrías acompañar? Ya no los aguanto- Terminó de hablar, la miré fijamente y accedí, la acompañé hasta el lugar en donde se encontraban los demás optando por sentarnos en un asiento que estaba cercano a ellos. Cada segundo que pasaba lo sentía perdido, nada me llamaba la atención, hasta que escuché una risa particular
¿De quién es esa risa? ¿Será del desconocido? ¿En dónde está? ¿Quién era?
Me llené de preguntas, pero tampoco quería encontrar respuestas y mucho menos si las tenía que conseguir yo. Aquel seis de agosto era el inicio de una nueva semana y ya la había iniciado mal, deseaba con toda mi alma que ese día se terminara -¡¡QUIERO QUE SEA SÁBADO!!- grite internamente, maldiciendo todo lo que me había pasado a la mañana y sobre todo por haber chocado con Andrés - Todo me sale mal, QUIERO DESAPARECER, aunque sea por un día- pensé, honestamente mi estabilidad emocional colgaba de un hilo, no quería salir de mi casa y el único refugio que tenía era mi cama. ¿Es normal que una chica de catorce años tenga ganas de desaparecer, de ya no respirar? Honestamente pienso que no, muchas veces he tenido que saltar etapas de mi vida porque tristemente me han obligado y todo por un año de mierda en la secundaria.
Me encogí de brazos y dejé caer mi cabeza sobre la mesa, me sentía muy cansada, pero no entendía el porqué, últimamente no hacía nada productivo más que dormir y comer, pero luego entendí que la carga emocional es la mochila más pesada que podemos cargar y más si no tenemos a nadie que nos ayude con ella en algunos momentos.
-Levántate, deja de dormir- sentí como alguien me tocaba el pelo, cuando veo era Gabi.
-No tengo ganas, déjame de joder- le respondí, honestamente no estaba de buen humor y lo que menos quería era que me molestaran.
-Vamos a socializar, sos re aburrida- acotó, lo miré y accedió a levantarme del asiento para llevarme junto a Mica, al llegar junto a ella ambas cruzamos miramos y nos apoyarnos contra una pizarra que ahí se encontraba.
-He, él es el chico, míralo- Mica me habló rompiendo el silencio que había entre nosotras.
-No Mica, para qué lo voy a ver- le respondí de forma tacaña.
-Uf, no se puede con tu carácter- me respondió, ella conocía mi carácter de punta a punta, siempre fui media cabeza dura y odiaba que me llevaran la contra, mi fuerte temperamento era capaz de quemar todo lo que se encontrara en mi camino y más si estaba de mal humor.
No voy a negar que soy una persona testaruda, pero también soy bastante curiosa, luego de que Mica me dejó de insistir con el desconocido, mi lado curioso se despertó, quería saber si era él el de la risa que había llamado mi atención hace minutos atrás, quería echarle una mira dita sin ser tan obvia.  Sin dudas fue una misión imposible para mí.

¿Cómo es esto posible? ¿Es normal que una persona que ni conoces te mueva el cielo y la tierra?
Mi mente esta en blanco, su mirada esa mirada, no puedo explicar esta sensación....
¿¿Te conozco?? ¿¿Nuestras miradas se han cruzado antes??

Mí Viaje A Ti Donde viven las historias. Descúbrelo ahora