Two heathen birds

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—Por qué... ¡¿Por qué me traicionaste de esa manera?! —exclamó sobre su rostro, con el filo de la daga rozándole el cuello—. ¡Era mi hermana, Shoyo! ¡No tenías derecho!

—Deberías bajar ese cuchillo —susurró, casi sin expresión—. Ambos sabemos que no vas a lastimarme. No tendrías oportunidad...

—Tú no sabes nada... Qué puede saber un pobre elfo sin corazón, con las manos llenas de sangre.

Shoyo sintió las lágrimas del próximo rey de Ekaia rebotando sobre sus mejillas. Miró fijamente en la profundidad de sus ojos, suspiró y sonrió.

—Eres realmente hermoso, Tobio.

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Se hablaba de un joven justo, valiente e inteligente, heredero de la casta dominante del soberano imperio de Ekaia. Alto, esbelto y bien parecido; llamaba fácilmente la atención por el contraste de colores entre el negro de su cabellera y el azul intenso detrás de las pupilas. Príncipe lo llamaban algunos, aunque él prefería el término sucesor. Vivía en armonía con su familia y su pueblo y obtenía casi cualquier cosa que deseara conseguir, sin codicia y sin vanagloriarse de su posición, más solo por el simple hecho de saberse merecedor de las dichas del universo.

 Vivía en armonía con su familia y su pueblo y obtenía casi cualquier cosa que deseara conseguir, sin codicia y sin vanagloriarse de su posición, más solo por el simple hecho de saberse merecedor de las dichas del universo

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(@vyxnilla en Twitter)

Al cumplir los 15 años, en medio de una expedición en el bosque que los separaba del reino de Aruora, el joven encontró a un elfo inconsciente que aparentaba tener su misma edad. La criatura, de orejas puntiagudas, esponjosas ondas de cabello anaranjado y una piel más brillante y bella que el mismísimo sol, yacía moribundo a los pies de un enorme y milenario cedro, de ramas tan frondosas y extensas que algunas llegaban a reposar sobre el césped de la superficie.

 La criatura, de orejas puntiagudas, esponjosas ondas de cabello anaranjado y una piel más brillante y bella que el mismísimo sol, yacía moribundo a los pies de un enorme y milenario cedro, de ramas tan frondosas y extensas que algunas llegaban a ...

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(@hiya_cass en Twitter)

Ordenó entonces, el príncipe, que se recogiera al elfo de aura luminosa y fuera llevado a su castillo para curar sus heridas. Este, quien se presentó ante la familia real con el nombre de Shoyo, había logrado escapar de un ataque sorpresa que había sufrido su gente por parte del reino vecino. El rey, la reina y sus hijos, Tobio y Miwa, se compadecieron de la historia de la criatura y le permitieron vivir en el palacio a cambio de compartir con ellos las artes místicas de seres tan poderosos y celestiales como los elfos.

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