Ella pertenece a la rumba y al bajo que sabe a melao, y ella te deja encadenao con su sensual ritmo sudao. Las trompetas se alzan... tuturutú tuturutú... se alzan hasta tornar cada presión en pasión. El timbal abre un portal de sandunga sin igual... rataplán rataplán... hay aliento de canela y sal. Ella azota sus caderas y fabrica jaleos con su cintura mientras el pum-pum-pam-pam-pum pum del bongó la lleva al Edén prohibido, al amor más extasiado. Ella sacude sus hombros y eleva su pecho... cha, cha, cha... las maracas marcan el camino hacia la suculenta perdición divina que rompe cada techo. Cuerpo con cuerpo, la melodía no deja de salivar al adorar la doncella bella y sin huella... piano, bendice sus compases con tu da-de-di-do-du... derrumba cada dolor y cada muralla. Ella le pertenece al corazón que le traiga la noche sin intenciones, la noche donde se exponen almas y no apariencias, la noche sin reproche...
HFR©2021