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Sigo sin entender por qué cambiaron mi historia. Supongo que fue para que sus hijos no comprendieran la realidad, para que crecieran a base de mentiras.
Nunca llegué a ser una bella sirena, ni fui guapa ni tuve una cola con escamas en forma de pez.
Yo no era una niña bonita, pero no pretendía serlo. Tenía una larga melena, que no era roja, sino marrón, y tampoco vivía en el fondo del mar, yo estaba sumergida en mi propio mundo, aislada de esa sociedad tan hipócrita.
Mis padres querían sacarme de esa burbuja que me protegía de todos los ignorantes, y así, fue como le conocí.

Él me encendía todas las luces, era capaz de hacerme sentir todos los placeres de la tierra en un mismo tiempo, me hacía sentir celos de todo lo que él tocase. Quise quedarme a su lado, intenté ser normal y abandonar mi paraíso oscuro, al fin le encontré sentido a seguir con vida. Me uní a él, entró en mí ilegalmente, como si fuese una droga a la que yo era adicta, corrió por todos los pasadizos secretos que escondía en mi cuerpo, y dejó abiertas todas las puertas que habían estado cerradas.
Me di cuenta que era mentira, distorsioné la realidad, él no sentía lo mismo, no teníamos nada compartido, no lo íbamos a tener nunca. Él era como una barra de hierro, golpeándome en la cabeza todo el rato, que me hacía sangrar por dentro. Pero yo no quería parar de sangrar, yo quería seguir con aquello, gastar todo lo que quedase mí, estaba muy ocupada siendo suya como para parar de hacerlo.

Yo no era nada, estaba besando a la muerte, y es que me estaba matando. Me volví loca, me volvió loca, pero él no se dio cuenta, nunca lo llegó a saber. Me fui, yo no correspondía a ese mundo, volví a mi antiguo terreno. Tardé demasiado, ya no tenía tiempo, ni ganas.

Salté al mar, por eso me llaman sirenita.

¿La Sirenita?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora