tokyo

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— ¡Heeseung-ah, vamos a esas tacitas! — Sunghoon señaló la atracción.

— Sunghoonssi, espera... Que el oxígeno es pesado~

— Oh, vamos, ya está por empezar el turno — dijo el rubio, haciendo un puchero encantador, deteniéndose para ver a su amigo.

Heeseung se sostenía de sus rodillas mientras intentaba recuperar el aire, sentía un pinchazo en el pecho y de no ser por el tubo de oxígeno que iba hacia su nariz, se sentiría mareado por la falta.

— Heeseungnie , ¿Estás bien? — Sunghoon se acercó a él de nuevo, preocupado.

— Si... Si, estoy bien, ve a guardarnos un lugar yo sólo-

— Está bien— Sunghoon tomó sus manos—. No me molesta esperar un poco más— dijo, sonriendo de forma magnífica, haciendo que el corazón de Heeseung latiera más rápido — ¿Te ayudo? — ofreció, tomando el mando del carrito que llevaba la pequeña maquinita que le daba el aire que necesitaba respirar.

— No, no— dijo, negando, no le gustaba que alguien más llevará su carrito porque casi siempre, caminaban en un ritmo más rápido del que él podía aguantar—, yo lo llevo, sólo... Dame un segundo.

— De acuerdo, Heeseungnie— dijo, Sunghoon abrió sus brazos hacia él—. Ven, descansa en mí un momento.

El castaño se ruborizó y tuvo que aceptar, devolviendo el abrazo y apoyando su cuerpo en el de Sunghoon, dejando que su peso descansara un poco y sus pulmones no se sintieran tan forzados, el pequeño Sunghoon estaba cálido en el abrazo, sonriendo sin poder evitarlo, mientras su cuerpecito aguantaba el peso de ambos.

A los pocos minutos se sintió listo para continuar, y aguardó en la fila para la atracción de las tacitas gigantes que giraban, la que Sunghoon quería.

La gente los dejó pasar al ver su respirador y el tubo debajo de su nariz que le daba oxígeno, así que se sentaron primeros, en la taza más cercana.

La atracción empezó y comenzaron a girar, las cosquillas del vértigo acariciaron sus estómagos y comenzaron a reír, Heeseung resguardaba su máquina entre sus piernas, para que no saliera despedida, y podía admirar a Sunghoon.

Su gigante gorro de Mickey Mouse, su sonrisa espléndida, la más alegre del mundo, y su voz que apenas se escuchaba entre todo el griterío, los giros y la música, que pedía que fuera más rápido.

Su cabeza se mareaba y se sentía algo estúpido, pero su sonrisa estaba allí, porque cada vez que lo veía así, no podía evitarla.

"Te amo".

— ¿Hee-?

"Park Sunghoon, te amo tanto".

— ¡Heeseung tu oxígeno!

Sunghoon se puso de pié como pudo, de inmediato alguien que se encargaba del juego le advirtió que se sentara, pero el rubio no le hizo caso, le hizo señas para que detuviera la máquina, hasta acercarse a Heeseung.

Entre las vueltas, el tubo oxígeno de su amigo se había desacomodado, Heeseung necesitas usarlo todo el día, un par de minutos sin este podrían matarlo.

— ¡Heeseung-ah, mírame! — tomó su rostro, sus ojos se perdían un poco, pero se mantenían sobre él, su sonrisa no había desaparecido pero se veía cansada y tonta.

Sunghoon acomodó el tubo, que colgaba torpemente sobre una oreja, debajo de la nariz, y apenas la había colocado que el castaño cerró sus ojos y pareció desmayarse, el rubio lo abrazó y gritó que detuvieran el juego.

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