Se paró en seco al verme allí, me miró de arriba a abajo lentamente. Sentía como la intensidad de su mirada me quemaba la piel y me desvestía poco a poco. Después de mostrar una pequeña sonrisa dirigió su mirada hacía el otro hombre.
─ Muy bien.
Le dio unas palmadas en el hombro, al que suponía que era Aleis, y se giró de nuevo dispuesto a entrar al local otra vez. Antes de que lo hiciera, me miró una última vez y me señaló con el dedo, seguidamente para señalar hacia dentro.
─ Tú, vamos.
…Al bajar las escaleras pude notar un gran cambio en el ambiente, allí dentro hacía calor, mucha. La música estaba tan alta que a duras penas me podía oír a mi misma pensar. La gente bailaba y cantaba, despreocupada. Me quedé un momento quieta, observando mi alrededor.
Pasados un par de minutos en los que mi mente se quedó perdida entre luces, colores y música ensordecedora, pude notar una presencia a mi lado, el hombre que me había llevado hasta allí estaba ahora a mi derecha. Levante la cabeza para poder verlo, era bastante más alto que yo, me sacaba dos cabezas, por lo menos.
Aunque la iluminación del lugar no era la mejor, entre las luces azules y violetas pude diferenciar unos ojos color chocolate que me miraban con curiosidad y algo de diversión. Después de unos segundos, que a mí me parecieron eternos, volvió a dejarme ver una pequeña sonrisa.
─ No tengo toda la noche, princesa.
Antes de que pudiera contestarle, o simplemente reaccionar a ese “no tengo toda la noche, princesa”, se dio la vuelta y siguió caminando por el local, y yo detrás, que con dificultad intentaba mantener el ritmo.
Unos minutos más tarde me encontraba delante del señor Minasi, quien suponía que era el jefe de aquel sitio.
─ Buenas tardes, señorita Evans.
El hombre me sonrió y con una mano me señaló hacia la silla que se encontraba delante de mí. Al sentarme, el señor Minasi dirigió la mirada hacia quien me había traído hasta aquí.
─ Puedes irte Ares.
Ares.
Algo peculiar, pero bonito.
El muchacho simplemente entrecerró los ojos y paseó la mirada varias veces entre el señor Minasi y yo. El último únicamente asintió y Ares salió de la habitación, cerrando la puerta detrás de él.
─ Bueno, me alegra que hayas decidido venir.─ comentó, mientras abría uno de los cajones de su escritorio y sacaba unos cuantos papeles.─ Pocas chicas quisieron hacer la entrevista cuando se enteraron donde se encontraba el local… Y no me extraña, no voy a mentir. No es el mejor lugar para…─ ladeo la cabeza, mirándome con cierta satisfacción.—… Jovencitas como tú.
Y tras esa maravillosa introducción, que sinceramente me había hecho replantearme el quedarme ahí sentada, empezó a hablar sobre el puesto, seguidamente pasando al contrato, cubriendo los puntos que me parecían más relevantes.
Lo que me ofrecía no estaba tan mal, ser camarera en una de las discotecas más destacables de la ciudad tampoco parecía tan horroroso. Solo tenía que pasearme por el local hablando con los clientes, servir champán y otros tipos de alcohol y verme bonita.Lo que más me interesaba de todo aquello era el sueldo, que por suerte o por desgracia, estaba tan cegada por tan fantástica cantidad que mi pequeña cabeza no pensaba con lógica, y no conseguí verle ningún tipo de contra al puesto, tal y como el señor Minasi quería.
Al señor Minasi parecí gustarle, porque tras unas cuantas preguntas me ofreció firmar el contrato y yo, obviamente, no le dije que no.
─ Perfecto señorita Evans, me alegra que haya aceptado.─ Empezó a recoger los papeles que anteriormente me había enseñado para guardarlos en una carpeta azul marino.─ Recuerde lo que le he dicho sobre la vestimenta, puede empezar el próximo lunes.
El hombre se levantó de su asiento, a lo que yo respondí haciendo lo mismo.
─ Si no tiene ninguna pregunta, puede irse. Nos veremos pronto.
Después de una corta despedida, salí de aquella habitación lo más rápido que mis cortas piernas me permitieron. Tras unos minutos de empujones de gente sudorosa conseguí salir del local por la misma puerta por la que había entrado. Al cerrarla detrás de mí, apoyé mi espalda en ella y respiré, disfrutando del aire puro que allí abajo era imposible encontrar en aquel ambiente tan sofocante y agitado.
─ Este no parece tu entorno, y la verdad tampoco parece de tu agrado.
Esas palabras me sacaron de golpe de mi pequeño trance mental de paz. Me giré algo sobresaltada encontrándome al muchacho que me había dado esa bienvenida tan cálida antes de entrar al lugar. Aleis, si no recordaba mal, estaba apoyado en la pared a un par de metros de mí y ahora me miraba con cierto placer. Me encogí de hombros antes de contestarle.
─ No demasiado, pero ahora me va a tocar pasar tiempo aquí.
─ Déjame adivinar, has venido por el puesto y te han cogido.
Asentí lentamente, viendo como el muchacho tiraba al suelo lo poco que quedaba del cigarrillo que estaba fumando.
─ No sabes dónde te has metido.─ Sonrió mientras se acercaba a mí.─ De todos los acuarios que podías elegir…
Me aparté de su camino antes de que su mano acabara en mi antebrazo, dejándola caer en el pomo de la puerta de la discoteca.
─ Has decidido saltar al tanque de los tiburones.
A mi sorpresa el chico solo contestó con otra sonrisa y después desapareció de mi vista, dejando la puerta del local medio abierta.
Pobre de mí, que no tenía la más mínima idea de donde me estaba metiendo. Y metiéndome de cabeza.
Porque yo no era de las de “tantear el terreno”.
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Rey De Corazones
Romance"De todos los acuarios que podías elegir... has decidido saltar al tanque de los tiburones."