ELIZABETH
Óscar apaga el motor del coche y me mira con curiosidad. Me remuevo en el sitio, sin saber qué decir o hacer.
—Gracias —murmuro.
He tardado más de lo que debería en dárselas, supongo que ser agradable con personas del sexo masculino no es algo que se me dé del todo bien.
—No me des las gracias, son cinco euros.
Frunzo el ceño.
—Es broma —aclara ante mi reacción, entre carcajadas—. Me conformo con un beso.
Señala su mejilla a la vez que se acerca, provocando que me aparte de forma brusca y choque con la puerta. Mi corazón se desboca y reprimo las ganas de gritar. Óscar se aleja al instante.
Salgo del coche y me apoyo en una farola, tengo que calmarme. Él no tarda en aparecer a mi lado. Ni siquiera lo miro a la cara.
—Lo siento, Elizabeth, solo estaba bromeando.
«Menuda broma de mierda», pienso.
—Si te he ayudado es porque quería hacerlo, mi intención nunca fue recibir algo a cambio, te lo juro —habla ante mi silencio.
—Si de verdad quieres ayudarme, no te acerques a mí. —Me atrevo a mirarlo.
Traga saliva, lo sé por el movimiento que hace la nuez de su garganta, parece que mis palabras lo han sorprendido.
—¿Por qué? —pide saber en un susurro.
Ignoro su pregunta y empiezo a caminar hacia la hamburguesería, no quiero seguir hablando de lo ocurrido porque acaba de romper las pocas esperanzas que tenía. Por un momento creí que él sería diferente, que no debía sentir miedo.
Entro en el local donde trabajo y me encuentro con Sara, que deja de limpiar las mesas para mirarme y dedicarme una sonrisa. Me acerco a ella.
—¿Óscar y tú habéis venido en el mismo coche? —me pregunta antes de que pueda saludarla—. Os he visto por la ventana.
—Sí, ha tenido que recogerme.
—¿Por qué?
—Es una larga historia.
Noto que tensa la mandíbula. Genial, con ella sí que funcionaron las bromas de mierda que gasta el imbécil.
—No te imaginaba tan suelta.
—¿Perdona?
—Por cómo lo trataste ayer, ni se me pasó por la cabeza que acabarías en su cama.
—Sara, te estás equivocando —digo de forma brusca—. A mí Óscar no me interesa, ni él ni ningún otro chico.
Me mira con desconcierto durante unos segundos.
—¿Eres lesbiana? —cuestiona y al instante añade—: Joder, perdóname, mi comentario ha sido desafortunado.
Dudo sobre qué hacer a continuación, quizás lo mejor es que siga pensando que soy lesbiana. Aunque, si soy sincera, ni siquiera yo tengo clara mi orientación sexual. Antes de que ocurriera aquello, siempre me había sentido atraída por chicos, sin embargo, el sentimiento que me generan desde entonces es repulsión. Y las mujeres nunca me han gustado de ese modo.
¿Seré asexual?
—No pasa nada...
—La verdad es que me das una alegría, estaba preocupadísima.
—¿Por qué?
—¿No has visto cómo te miraba ayer? —Suspira—. Hacía semanas que no le veía trabajar tan sonriente.
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Por favor, no me toques. [COMPLETA EN AMAZON]
RomanceElizabeth se siente preparada para retomar su vida después de que tres desconocidos la violaran hace dos años. Es por eso por lo que, tras meditarlo, decide romper con la burbuja en la que se ha sentido segura todo este tiempo y, en lugar de quedars...