Hace algún tiempo atrás...
Luces centelleantes en la oscura penumbra, explosiones de colores vibrantes que iluminan el cielo y sus alrededores. El parque deslumbra con una tenue luz que sale de los faroles, la espesa nieve me llega hasta los tobillos y mis botas se hunden, la falda de bordados rojos se mancha con la delicada nieve que aún cae sobre Central Park. Apenas percibo un poco de calor dentro de los guantes de seda, el anillo en mi dedo reluce aún en la noche y me siento extrañamente nostálgica, aún cuando siento su presencia tan cerca de la mía.
— ¿No son hermosos? — giro mi rostro. Sonrió de boca cerrada, su rostro demacrado, el hundimiento bajo sus ojos, su nariz recta con esa pequeña curvatura en la punta ahora enrojecida por el frío invernal.
— Si, lo son — algo reluce en su mano bajo la luz del farol, siento la duda en sus movimientos pues son torpes y descuidados. La daga brilla por si sola y lo escucho tragar grueso, la duda en su semblante me hace tomar la iniciativa y tomar su otra mano.
— Debes saber que mi amor por ti no tiene punto de comparación — su mirada me quema, pongo el anillo sobre su palma cerrándola sobre este—. No quiero, no quiero hacerlo. Dime qué quieres huir y lo haremos, dime qué quieres dejarme y me iré... Pero no me pidas esto, por favor no me lo pidas.
Desvío mi mirada hacia las luces en la lejanía, los fuegos artificiales son tan vivos, tan alegres que me causan una paz interna que no podría describir, de tal modo que cuando vuelvo mi mirada hacia él tomando su otra mano y cerrando con fuerza alrededor de la empuñadura de la daga digo con total convicción y seguridad lo que ya sabemos.
— Es así como debe terminar y lo sabes.— siento el ardor de mis ojos y pestañeó intentando alejar las lágrimas que desembocan sin control—. No tengas miedo, yo no lo tengo.
Me acerco aún más hacia él, dando un paso, y luego otro, y otro, hasta estar lo suficientemente cerca como para sentir su aliento cálido chocar con mi rostro y el calor de su cuerpo envolviendo me con cada respiración. Alzó mi mirada y veo la duda y el miedo en la suya, no quiero que se sienta así, sabe que es así, siempre a sido así.
— Tengo miedo. — me confiesa.
— Yo también.
— Está podría ser la última vez que nos veamos.— su respiración se vuelve más pesada, como si cada inhalación y exhalación fuera más difícil que la anterior—. Podría ser tu última vida y si no te vuelvo a ver yo.. yo..
— Lo sé y también sé que eres más fuerte de lo que piensas, lo lograrás. — su mano se alza para acariciar mi mejilla y con su pulgar trazar pequeños círculos cerca de mis labios, transmitiendo ese calor que solo el logra, esa calidez que me envuelve guiándome a cerrar los ojos y cerrar aún más mi mano alrededor de la suya y está aún más alrededor de la daga.
Me inclino un poco y es como si ya conociéramos cada movimiento del otro, su labios tocan los míos de forma lenta y suave, como el aleteo de una mariposa al mismo tiempo que empujó la daga. Mantengo mis ojos cerrados aún cuando el líquido tibio baña nuestras manos juntas, la presión me lacera el pecho y suelto un quejido cuando lo empuja un poco más hasta clavar toda la hoja en mi pecho, solo entonces abro mis ojos lentamente mirando los suyos.
Jamás había sentido miedo de sus ojos, por más peculiares que fueran y por más comentarios que escuchará. Para mí siempre fueron los ojos más hermosos jamás creados, hasta los ángeles más bellos del paraíso deberían envidiar sus ojos, esos que me miraban solo a mi de esa forma, solo me miraban a mi, eran míos.
Ahora viéndolos con mi último aliento abandonando mis pulmones, suspirando contra sus labios con hilos de sangre resbalando por mis comisuras, besándolo débilmente mientras mis párpados se sienten pesados y me obligó a cerrarlos lentamente, lo digo, y lo digo porque de verdad lo siento. Lo sentía desde hace mucho pero justo ahora siento que es justo que lo sepa, que sepa cuan grande es mi sentimiento hacia él, porque realmente lo siento aún en mi corazón latiendo lentamente.
— Te a..amo ...
Él
Sus pupilas dilatadas viendo fijamente hacia la nada, sus manos frías aún con sus guantes puestos, sus labios tan pálidos que se han agrietado.
No parece que solo hace minutos esos ojos me miraban como la mayor adoración de su vida; que hace minutos esas manos tomaban las mías con una extraña calidez que me aniquila justo ahora; que hace minutos esos labios me besaban robándome hasta el último aliento que tenía por seguir viviendo.
— ¿Listo? — el rubio aparece de entre los árboles con sutil elegancia vistiendo un traje negro con camisa como vino, me mira a mí y luego a la chica que reposa en mis brazos.
Me he quedado sentado apoyando mi espalda de un árbol mientras su cuerpo descansa en mi regazo, acarició su cabello negro como la brea y paso mi mano por su mejilla fría. El recuerdo de su risa me martilla la mente, el corazón, el alma y cada extremidad se me contrae cuando suprimo un sollozó.
— La quiero de vuelta, la quiero riendo, la quiero bailando, la quiero dibujando con carboncillo sentada en su balcón mientras paso cada mañana admirando la desde la lejanía. — susurró cada palabra cerca de su oído besando su rostro entre lágrimas. Aún su cabello conserva su esencia a vainilla.
— Eso es imposible, sabes las reglas, sabes las consecue...
Lo interrumpo en medio de un gritó desgarrador, uno que me deja aturdido y mirándolo con rabia, con rencor y con ganas de golpearlo.
— ¡A la mierda todo! ¡A la mierda las reglas!
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Infernal Devoción
Science FictionAmelie Jones, hija del reverendo, futura estrella de la arquitectura sufre una de las mayores desgracias. Su padre un hombre de Fe, a cometido un pecado imperdonable que lo condena a él y a todos los suyos. Las desgracias no dejan de caer sobre ello...