El legado de Raelle

Dos príncipes y una coronación

El imperio tenía una regla que no se había roto en más de mil años. Los herederos al trono no debían mostrarse al público hasta su ceremonia de mayoría de edad. 

Esto tenia muchos motivos, la seguridad y tradición siendo uno de ellos pero la verdadera razón era un secreto conocido solo por la familia imperial, la bendición de Raelle, era una condición genética que los hacia capaces de modificar su apariencia a nivel celular a voluntad pero que era increíblemente voluble hasta que el cuerpo se desarrollara por completo, cosa que se deba hasta que tenían 20 años, por ende para evitar que esta información fuera descubierta esta ley fue creada, esto también le funciono a los niños imperiales al otorgarles la libertad de salir sin tener que preocuparse por nadie descubriendo su identidad. 

Eso es lo que estaban haciendo los príncipes gemelos, ese día habían despertado con un brillante cabello dorado y ojos verdes bastante típicos de su gente por lo que se habían decidido a pasear por el centro y hacer compras en los callejones, llevaban ropas simples e iban tomados de las manos para no perderse entre la multitud que era mas grande de lo usual debido a la ceremonia de coronación que se estaba transmitiendo por todo el planeta, era algo bueno que pudieran estar ahí para verlo con todos los demás ya que preferían por mucho ese lugar a sus habitaciones además de que querían observar las reacciones de las personas cuando ella apareciera, por ahora el ambiente era animado y la gente estaba riendo y bailando haciendo suposiciones sobre el próximo soberano pero ningún comentario negativo se escuchaba ya que si algo caracterizaba a Kartas era su completa devoción por la sangre imperial aunque eso frustrara a Dell la mayoría de las veces

"Dell, mira ya esta empezando" Su hermano susurro con emoción tratando de avanzar entre los huecos de la multitud

-Su alteza por favor manténgase en su posición, si avanza lo perderemos de vista

Con una mueca en la cara regreso a su lado, aunque la posibilidad de peligro era casi de cero el ignorar a su guardia podría costarle el salir hasta el próximo eclipse lunar

"No se para que quieres ir al frente si las pantallas están arriba" Era cierto, los transmisores estaban conectados por toda la plaza central de manera que cualquiera pudiera verlos sin importar su posición

"Adelante siempre es mejor, no importa que" Dell podía pensar en muchas cosas en donde adelante nunca era mejor, como los asientos en clase o las cabinas de los transbordadores 

-Pratt, ¿sabes si el príncipe de Demis llegó?

Los delegados extranjeros estaban tomando asiento en orden, sonriendo a los transmisores y hasta saludando, pero había una persona que brillaba por su ausencia, la relación con Demis había sido estrecha por siglos hasta hace 10 años cuando el hermano menor del emperador empezó un levantamiento que termino con toda la familia imperial de Demis muerta y solo él y su hijo siendo el ultimo remanente, ese suceso había causado completa conmoción entre la Alianza y más aun en Kartas que no había sido lo suficientemente rápido en responder la llamada de auxilio del emperador, el nuevo emperador anuncio que no tenía ningún deseo de causar problemas con los aliados y que lo que había sucedido era algo interno que no afectaría sus relaciones y así fue, todo se mantuvo igual pero para Kartas las cosas habían cambiado por completo en muchos sentidos

-Llegó hace una hora, probablemente aparezca al final... o en este momento

"Ese es el príncipe heredero de Demis" los murmullos empezaron por todas partes cuando el hombre entro por la puerta del salón ceremonial, con cabello negro, piel oscura y ojos ámbar era imposible no voltear a verlo, aun a través de la pantalla se podía sentir su presencia "Vaya, aunque su padre sea un traidor es obvio que sigue siendo de la familia imperial de Demis" eso era lo único que había evitado el odio por el príncipe, era muy joven cuando su padre ocupo el trono y tenía todos los rasgos que distinguían a su familia, por nacimiento era un príncipe y nadie podía quitarle eso, ni siquiera su padre