Parte Única

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A diferencia de otros días en fechas cercanas al invierno, hacía un buen día con un excelente clima. No se podía vislumbrar ni una sola nube, sólo el sol resplandeciente en lo más alto y el tono azul natural y característico del cielo. La brisa fresca de otoño mecía las hojas de los árboles con suavidad, haciendo que algunas cayeran y otras crearan una melodía relajante.

Las hojas secas decoraban las calles y los parques, y los árboles apunto de perder toda su frondosa capa, anunciaban que la llegada del invierno se acercaba.

Ella jugaba a pisar las hojas secas, escuchando cómo éstas crujían. Saltando de un lado a otro en el parque vacío cerca de su casa para seguir en su juego. Comenzó a tararear una melodía al azar, que ni siquiera recordaba haberla escuchado antes, para acompañar sus solitarios pero felices pasos. Continuó con ello hasta hartarse, entonces se acercó a los viejos columpios rechinantes y tomó asiento en uno, meciéndose tan suavemente como el viento despeinando su cabello. 

Miró al cielo con una sonrisa y permaneció así durante un rato, sin pensar en nada ni en nadie.

La voz de su amiga la sacó de su trance casi bruscamente, haciéndole ponerse en pie mientras la otra se acercaba corriendo hasta su lugar en los columpios.

—¡Aquí estás! Te busqué por todos lados. Creí que estarías... ahí —Dijo su amiga, quien parecía exaltada, cuando finalmente estuvo frente suyo.

—¿"Ahí" dónde? —Preguntó con confusión, ladeando un poco la cabeza.

—Hoy es quince de octubre —Informó la otra en lugar de responder, casi con miedo de decirlo.

Ella asintió.

—Lo sé —Fue su respuesta. No entendía porqué su amiga parecía asustada de informarle la fecha. Sólo era un día más en el calendario.

Claro, que se cumplía un año desde que él había dejado el mundo, pero era un día al fin y a cabo.

Sólo un día.

—¿No irás... a visitarlo? —Su amiga cuestionó, insegura de si preguntarlo o no en primer lugar. Ella negó con la cabeza.

—¿Para qué? Habrá mucha gente ahí y sabes que no me gustan las multitudes —Dijo finalizando con una sonrisa de labios pegados y ojos cerrados, aparentemente tranquila.

Su amiga rascó incómodamente la parte trasera de su cabeza, desviando la mirada al suelo lleno de hojas secas (o lo que quedaba de ellas).

—Entonces... ¿Estás bien? —Volvió a cuestionar su amiga. Ella simplemente asintió sin borrar su sonrisa.

¿Por qué no lo estaría? La persona a quien más había querido (no de manera romántica) y admirado aún si ésta no la conocía había fallecido hacía exactamente un año, en el cumpleaños de él, y ella no pudo siquiera decirle cuánto significaba él en su vida. No pudo decirle cuánto lo amaba o admiraba. No pudo decirle cuán orgullosa estaba de él por todos sus logros, no pudo decirle cuántas veces le ayudó a superar un mal momento con simplemente sonreír o cuántos de sus logros habían sido dedicados a él. No pudo decirle lo que su música podía transmitirle cada vez que la escuchaba, no pudo decirle que era su inspiración. No pudo siquiera decirle su nombre.

No pudo decirle nada.

Pero estaba bien. Siempre supo que nunca podría hacerlo, de todos modos.

Su amiga se sentó en el columpio donde ella había estado antes y ella se sentó en el otro, a su lado.

—No tienes que ocultar lo que sientes, ¿sabes? —Dijo su amiga, girando la cabeza para poder verla desde su lugar. Ella permaneció en silencio, mirando una vez más el cielo que ahora era gris.

Lluvia [One Shot]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora