Summer Solstice

258 33 18
                                    

Jotaro no estaba tan entusiasmado de asistir a este viaje.

Sus amigos le habían insistido tanto, sin embargo. Muy a su pesar aceptó, aunque se sentía completamente fuera de su elemento al ser un tema relacionado a la antropología social. Siendo un biólogo especializado en los animales marinos, aquel lejano pueblo en Estocolmo parecían oponerse por completo a sus elementos naturales.

La civilización quedaría lejos de todos ellos, pero parecía ser interesante para Polnareff, además de tener el incentivo poco ortodoxo de querer descubrir la belleza de las mujeres suecas.

A Jotaro poco le importaba lo exuberantes que estás pudieran ser. Seguía firme en que estaba completamente fuera de sus elementos, por que la mitad del viaje se la pasó completamente en silencio, intentando enfocarse en artículos y lecturas que fortalecerían la finalización de su futura tesis sobre estrellas de mar.

Pese a sus protestas y pensamientos opositores, debía admitir que el pueblo era realmente hermoso. Paisajes verdes, grandes y espaciosos. Una vista paradisiaca con un cielo claro, brillante, enmarcado por la intensidad de los brillantes rayos de sol que parecían nunca alejarse del firmamento, provocando que la incredulidad de Jotaro se viera casi por completo olvidada.

El sonido de los pájaros al cantar y elevarse por encima de la escasa población, conformada por jóvenes, niños y personas que debieran tener la misma edad de su madre. Todos parecían tan dichosos, tan llenos de jubilo. A medida que el joven avanzaba, se sentía mucho más perdido entre las danzas, las túnicas blancas y el sonido de las flautas y el ganado.

Jotaro no era una persona que se impresionara con facilidad, pero aquellos prados paradisiacos que se extendían delante de él lograban darle un sentimiento de incertidumbre que jamás había experimentado a lo largo de sus 26 años.

Sus amigos parecían igual de sorprendidos, siendo demostrados en sus gestos de asombro y maravilla. El recibimiento de los lugareños era cálido, cargado de abrazos y sonrisas que eran casi igual de resplandecientes que las blancas vestimentas, las cuales brillaban ante los poderosos rayos del sol que parecían no tener fin en días casi en su totalidad luminosos.

Avdol había dedicado gran parte de su proyecto de investigación de posgrado a la realización de una tesis sobre los diferentes rituales alrededor del solsticio de verano. Ahora mismo parecía fascinado, haciendo mil y una anotación en la pequeña libreta negra en donde aterrizaba buena parte de sus ideas, desarrollándolas primero por escrito antes de pasarlo a la computadora.

Polnareff, por su parte, parecía no poder dejar de sonreír con coquetería al notar las miradas curiosas y juguetonas de las jóvenes que se acercaban a saludarles, una a una. Jóvenes altas, atractivas, de rubios cabellos trenzados y ajustados alrededor de una corona de flores, siento coquetas y bastante atrevidas en sus acciones al toparse con la mirada de los extranjeros, que resaltaban entre el resto por su apariencia diferente y sus atuendos tan contrastantes con los del resto de los lugareños.

Súbitamente una puerta se abrió, emergiendo de ella la figura de una joven mujer que sobresaltaba del resto por su altura, sus caderas más anchas, su porte más maduro y ceremonioso, pero por sobre todas las cosas, por la cascada de rizos rojizos que caían a cada lado de su rostro pálido y armónico, siendo de un tono tan intenso que competía con el de las llamas de la antorcha que llevaba con lentitud y solemnidad, poco antes de entregarla a uno de los líderes del lugar.

Jotaro había contenido el aliento al apenas verla andar.

Sus pasos, lentos y elegantes, parecían casi inexistentes en un andar pausado y armonioso, pareciéndole por un momento incluso como si sus piernas flotaran sobre la hierba. Aquello no era posible, por supuesto, pero Jotaro no podía dejar de mirar, sobresaltándose ligeramente al notar como los ojos violetas le regresaron la mirada al poco tiempo, regalándole una sonrisa de medio lado, poco antes de volver a entrar a la pequeña cabaña de donde había salido.

Summer SolsticeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora