4. El abrazo del príncipe

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La promesa de volver al castillo al día siguiente quedó en el aire. Yongbok olvidó completamente el informe sobre el "calentamiento global y sus consecuencias", que debía haber terminado durante el fin de semana, pero que ni siquiera había empezado porque solo se había dedicado a ayudarle a sus primos con sus tareas escolares.

Así fue como Yongbok decidió comenzar su trabajo, y dejar más o menos listo parte del desarrollo, ya que la conclusión y demás bibliografías las terminaría en la clase de educación física, si es que la profesora Choi no lograba encontrarlo en el cuarto de los balones.

—¿Todavía estás en eso? —preguntó su madre en el marco de su habitación.

Yongbok tenía la costumbre de dejar la puerta abierta, incluso cuando se iba a dormir. Sin embargo, cuando era más joven, había tenido una parálisis de sueño, y el estuche con lápices que dejaba en el suelo para que la puerta no se cerrara, se había convertido en una persona de blanco y sin rostro, que lo observaba mientras que Yongbok no podía hacer nada. Por ello, no volvió a irse a la cama sin poner el pestillo.

—Ya estoy terminando —dijo Yongbok rascándose la cabeza.

—Ya veo —la mujer pasó a sentarse en la cama del chico —Hijo, quería preguntarte algo.

—¿Qué cosa?

—¿Estás saliendo con alguien?

Yongbok dejó de teclear en su computador que había heredado de su padre, el cual no funcionaba sin cargador y demoraba al menos media hora en encenderse, y se giró hacia su madre con el ceño fruncido.

—¿Cómo?

La familia de Yongbok se componía por su mamá y él, así que no había cosas que omitir, por lo que la pregunta lo tomaba por sorpresa. Si hubiera alguien en quien estuviera interesado, ya se lo habría contado.

—Bueno, has estado un poco distraído.

La madre de Yongbok tenía sus manos juntas sobre sus piernas, y lucía más pequeña de lo que era. El chico notó la preocupación en sus ojos, y sintió que le preguntaba aquello para saber si quedaría sola pronto, pero los planes de Yongbok eran otros, a diferencia de otros chicos de su edad, su intención no era irse de casa, y si encontrara a alguna persona, tendrían una relación puertas afuera, no la dejaría sola por ningún motivo.

—No entiendo, mamá.

—Desde ese día que me dijiste que no querías ir con tu tía, has estado extraño. Cuando cenamos no hablas mucho, y juegas con tus primos, pero como si tuvieras un modo automático. Por eso pensé que quizás estabas saliendo con alguien.

Yongbok alzó las cejas, desconcertado. No se había dado cuenta de que se estuviera comportando de esa manera. Admitía que había pensado un poco más de la cuenta en los sucesos del palacio, sobre todo en cómo podía estar comunicándose con un ser que no estaba ahí, y en cómo parecía tener recuerdos y modales intactos, cuando siempre había creído que los fantasmas solo querían devorar sentimientos felices para no sentirse vacíos.

—No, mamá, no estoy saliendo con nadie. Creo que son estos informes tan largos del profesor Jeon que me tienen preocupado —dijo Yongbok.

—Está bien, hijo. Pero si es que hay algo que te preocupe además del profesor Jeon, puedes contármelo.

Su madre atrapó las manos de su hijo, igual de pequeñas que las suyas, y le sonrió mientras pasaba su mano libre por el cabello castaño de Yongbok, que había cortado nuevamente hace unos días.

—No te preocupes, mamá. Solo necesito salir luego de este trabajo.

La mujer, más tranquila por la respuesta de su hijo, salió de su habitación dándole las buenas noches y Yongbok cerró su computador guardando antes el archivo. Se sentía cansado, solo había pasado un día y unas horas desde que había visto a Hyunjin, pero no lograba relajarse, y menos cuando pensaba en que debía volver y no porque se lo había prometido, sino porque su lado curioso estaba liderando su mente.

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