La historia la escribe quién sobrevive, no quién gana.

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La ciudad es oscura, el cielo está tapado por grandes capas de tierra y enormes vetas de cristal que dan una luz verdosa y violácea que se entremezcla en las calles de una sociedad en decadencia, que lucha por volver a ver el sol un día más, incluso si su gran mayoría lleva años sin probar una gota de luz solar sobre sus pieles.

Sus calles llenas de transeúntes que caminan de un lado a otro cargando mercancías o buscando algo que comprar o beber.

Sin apartar la mirada de una de sus calles principales puedes ver, o intuir, como algún niño roba a estos caminantes para llenar su estomago un día más o algun grupo de jóvenes peleando para pulir sus habilidades y alistarse a los cazadores, la única organizacion que tiene permitida salir al exterior y observar las maravillas que el putrefacto mundo exterior podría ofrecer.

En este caso dos jóvenes corren entre la multitud, perseguidos por varios matones, las grandes mochilas llenas de objetos robados deberían obstaculizar a ambos muchachos pero mas bien parecen desenvolverse bien en esta clase de situación.

En una serie de giros rápidos ambos chicos, cubiertos de manera irreconocible, desaparecen de la vista de los matones dando esquinazo a un posible desenlace fatal.

— ¡Joder! Han vuelto a desaparecer, el jefe dijo que si volvíamos a perderlos iba a deshacerse de nosotros — Dijo uno de los matones mientras se revolvía buscando con algo de esperanza.

—No vamos a volver con las manos vacías, los encontraremos, no te preocupes— Enunció otro de ellos, probablemente de mas rango que el primero.

Desde una ventana aparecieron aterrizando dos muchachos encapuchados con su gran botín.

—Mierda, casi nos pillan— soltó el primero de ellos mientras se quitaba la capucha, revelando a un joven de unos 20 años, con pelo oscuro y algo revuelto y sucio.

El segundo se notaba mucho más cansado, se reveló como idéntico al primero pero su cabello estaba cortado en forma de mohicana y era más oscuro del primero — Lo siento Ares, no pensé que fuese a hacer tanto ruido—

—Era un juego de cascabeles imbécil, ¿Como se suponía que no iba a hacer ruido?— reprochó el primero

—Eran de oro, supuse que valdrían mucho— susurró el segundo.

Ambos pasaron a hacer recuento del botín que habían conseguido y llenaron la mesa de todo los objetos que habían obtenido del saqueo. Uno de ellos siendo un cuchillo recto con una especie de rectángulo dentro. El todavía sin nombre lo miró por un momento y lo colgó de su cinturón.

Mientras revisaban el botín en la pequeña habitación la puerta de esta se abrió de golpe, revelando a una mujer de pelo morado, con cara de estar de todo, menos contenta.

—¡Vosotros pequeños imbéciles, sois conscientes de lo que estais haciendo, siempre decís que vais a dejar de robar como malditos críos y buscar un maldito trabajo honrado!— Gritó la mujer claramente alterada —¡Pero no es suficiente para vosotros robar porquería, sino que teneis que ir a por el puto hombre mas peligroso de esta puta ciudad de mierda y encima de todo os pillan!¡Un día os van a matar pedazo de imbéciles!—

Ambos se miraron, sabiendo que la mujer tenía razón. Los chicos sabían que disculparse no era la opción mas adecuada y empaquetaron la mercancía, así algunos días después podrían venderlo en los astilleros.

La mujer los miró a ambos algo menos alterada y preguntó —¿De quien ha sido la idea?—

Ambos se miraron y supieron que no podían mentir y Ares habló.

—Valh encontró la ruta y yo le convencí de hacerlo—

—Mantened perfil bajo o estáis muertos y mas o vale rezar para que no se acerquen aquí, porque sino estamos todos jodidos—

Deadland MaraudersDonde viven las historias. Descúbrelo ahora