CAPÍTULO I

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Los días en el callado mundo infernal siempre eran fríos y nublados, y claro que se necesitaba un ambiente así para mantener a sus habitantes tan apacibles.

Asesinos, violadores, degenerados, corruptos y todo tipo de pecadores iba a parar a dicho lugar.

De no ser por que no todos tenían el don de la voluntad seguramente todo en terreno de aquel reino estaría tapizado en un intenso charco de sangre y dolor.

Ninguno de los integrantes del abismo puede recordar quien fue en su vida pasada, ni la razón por la cual está sufriendo en aquel horrible lugar. Ese era su castigo, ser azotados por la dura rutina diaria sin motivo a conocer.

Aquella noche fue en la que una chica nueva fue adoptada en ese frío vacío.

Llegó ahí, indefensa. Mucha gente estaba alrededor suyo, como si la hubiesen estado esperando.

Murmullos se escuchaban entre aquella multitud; “¡Joder, debes verla! ¡Es única!” “MIERDA. UNA YUREI!”  “Pero que orejas tan largas.” “Es realmente hermosa,¿No?” “Ah, coño. Quiero violarle ahora mismo.” “Hay que asesinarle.” 

Esos balbuceos que mantenían a la chica incómoda terminaron al mismo tiempo que unas fuertes y lentas pisadas se escuchaban en ese palacio oscuro.

—Dejadle, es una de nosotros.—

Reclamó una autoritaria voz  masculina, que provenía de un hombre de largos cabellos oscuros, vestido de capa y botas del mismo tono.

—Desde hoy, eres una Yurei. Única en tu especie. —

—¿Yurei?—

—Sí. Es necesario que vistas esto, y que vayas a la corte más tarde. Se te juzgará.—

Le entregó un par de prendas increíblemente limpias y después,  aquel apuesto hombre se esfumó.

Todo el borlote que anteriormente acompañaba a la joven se había ido junto el pelinegro. Ahora estaba sola, sin entender lo que le pasaba.

Decidió obedecer y se vistió con lo que se le brindó: Un hermoso corset victoriano acompañado de una falda larga, ambos blancos como la nieve.

Se acomodó su largo cabello en un moño sofisticado, y comenzó a caminar.

No tardó mucho en ver un enorme tribunal, supuso que era el lugar en el que se le juzgaría. No sabía que había hecho mal o la razón aparente de su sentencia, pero tenía el presentimiento de que nada iba a salir bien.

Al poner un pie sobre el frío mármol  de la construcción las enormes y desgastadas puertas frente a ella se abrieron de par en par, y un montón de miradas se acomodaron sobre ella. Era el centro de atención desde su llegada, y no sabía por qué; ¿Acaso había cometido algún delito o cosas por el estilo?

No se detuvo a pensarlo, sincerándose no le interesaba realmente lo que los demás opinaran de ella, simplemente deseaba desaparecer del lugar.

—Yurei.—

Esa palabra resonó en toda la habitación como bombas directas a los oídos.

Como por acto de reflejo, la chica del vestido blanquízco se hincó de rodillas, con la mirada en el suelo.

¿Estaba haciendo una reverencia?

No era la única. Todas y cada una de las entidades en el lugar hicieron lo mismo,  perfectamente coordinados unos con otros. Ninguno se atrevía a levantar la mirada.

Un miedo infernal ardía en cada rincón del ser de Yurei, sentía la necesidad de huir del lugar y nunca volver, pero simplemente no podía. Ninguna parte de su cuerpo respondía sus órdenes, seguía reverenciando a aquel hombre misterioso, sin voluntad a controlar.

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⏰ Última actualización: Apr 22, 2015 ⏰

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