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🔪🧟♀️
━━ EL GRUPO AVANZABA por el lado vacío de la carretera, alejándose de los límites de Atlanta. El aire era pesado, cargado con una mezcla de tensión y cansancio. Llevaban un par de horas en el camino cuando se encontraron con su primera verdadera prueba: un caos de vehículos destrozados y abandonados bloqueaba por completo el paso.
Asher, distraído con un libro en sus manos, levantó la vista cuando el anciano al volante soltó un susurro alarmado. — Oh, Dios... — murmuró Dale, reduciendo la velocidad de la caravana.
Intrigado, el joven cerró el libro y corrió la cortina para mirar hacia afuera. Su ceño se frunció al ver la maraña de coches apilados y saqueados en la carretera. De inmediato se levantó de su asiento y se inclinó junto al conductor, evaluando la escena más de cerca.
Daryl desaceleró su motocicleta, lanzando una rápida mirada por encima del hombro hacia la caravana que ahora se había detenido. — Carajo... — murmuró Rosaleen, mirando por encima del hombro de su hermano. — ¿Echamos un vistazo más allá? — su rostro reflejaba una mezcla de asombro y disgusto ante el panorama.
— Si. — su voz era firme, pero había una ligera irritación en su tono, como si este nuevo obstáculo fuera solo otro recordatorio de lo roto que estaba el mundo. Sin perder tiempo, maniobró la motocicleta entre los autos, evaluando cuidadosamente el camino.
Los vehículos volcados, con puertas arrancadas y vidrios rotos, eran un monumento silencioso al caos que había consumido todo. — Está jodido, pero se puede pasar. — gruñó Daryl mientras regresaban, deteniéndose al lado del conductor de la caravana.
— ¿Se puede pasar? — preguntó Dale, su tono cargado de preocupación. Daryl asintió apenas, con un gesto seco hacia la carretera. Rosaleen, que aún abrazaba la cintura de su hermano en la motocicleta, sonrió al viejo conductor mientras sus ojos se desviaban hacia Glenn, que sostenía un mapa con manos temblorosas.
— ¡No te cagues en los pantalones, chinito! — le gritó con una sonrisa traviesa mientras le levantaba el dedo medio.
Glenn, con una mezcla de nervios, desvió la mirada y no respondió.
Sin más habladuría, Daryl avanzó lentamente y aceleró cuando pasó frente al auto de Rick, desde el asiento del copiloto, Jayden observó a los hermanos rodear la caravana.
Su mirada, sin embargo, no se fijó en Daryl, sino en Rosaleen: había algo en su forma de fruncir el ceño y en la manera en que su cabello se movía con el viento, que lo mantenía incómodamente atento.