14 de diciembre, 1843.
La tarea que tenemos por delante no es nada fácil. Relatar este acto aberrante suele ser bastante complicado, aun para nosotros, que estamos más que acostumbrados a presenciar cosas horrorosas. Sin embargo, este acto aberrante no procede de ninguna criatura del Mundo Escondido, sino de la criatura más aberrante que existe desde el principio de la Creación: el ser humano, que actúa como siempre lo ha hecho, y peor aun cuando de un neófito se trata.
Guazú Garai no tenía más remedio que salir corriendo de aquella campaña que le hicieron en su contra los nefastos generales que llamaron a sus compatriotas a la acción de guerra contra los portugueses, para luego darse cuenta de la gran mentira que habría detrás de ese llamado. Logró escapar por poco, y refugiarse entre los matorrales del arroyo allí cercano, donde los bandeirantes perversos no pudieran divisarlo a simple vista, ni a caballo. Tenían estos hombres por honor, lo que una serpiente a un sapo de monte. Conocer algo de esta palabra era para ellos nada más que un simple dicho. Sus intereses, esos que les llevaron a tan aberrante acción, era lo único que les interesaba dentro de todo el asunto. Aun no logro comprender cómo es que la gente de mi alrededor no se da cuenta de lo que están vivenciando en estos momentos. Ni siquiera se inmutan por las consecuencias de sus actos, sino que apoyan la causa, conservando a sus mujeres y niños como sirvientas permanentes dentro de sus casas.
Pero tengo que regresar a hablar de Guazú. Este indio no se quedó quieto en cuanto procedió a escapar de la zona de conflicto. No tenía nadie a quien acudir, nadie a quien referirse, así que acudió a sus antiguos dioses, aquellos a quienes no lograba entender de forma certera, pero en quienes creía a pesar de todo (así como los propios cristianos no logran entender el Dios al que dicen servir, pero que a la vez niegan con sus propias aberrantes acciones). Guazú, como sus ancestros habían hecho en alguna ocasión, hizo un gran recorrido desde el centro de la Banda Oriental, hasta cerca del río Uruguay, llegando al cerro donde el ritual de invocación del Gualicho fue efectivo en alguna época pasada. Esta vez, no tenía a nadie más a su alrededor, por lo cual sería conflictivo que la criatura le hiciera caso alguno; sin embargo, era lo único que le quedaba, y su confianza no le daba cabida a ningún otro ser en la tierra.
En una complicada travesía, Guazú llegó a la costa, con apenas una lanza hecha de madera con la que podía cazar a las nutrias que se cruzaba a lo largo del trayecto. Ya sin ánimos de seguir viviendo, y con una sola meta en su mente primitiva, procedía a devorar su caza así sin más, sin fuego ni cocción previa alguna. Sus dientes envolvían la carne apenas procesada por un intento de cuchillo que había hecho con un trozo de piedra afilada, y el sabor de la carne ni siquiera era apreciado por el indio. Así como entraban los trozos de carne dentro de su boca, eran ingeridos por Guazú, con apenas unos mordiscos de sus muelas amarillas por el tabaco.
Recordaba, nombrando sus historias pasadas, cómo antiguos amigos suyos se habían dejado dominar por los placeres traídos por los españoles, y los vicios que derrumbaron sus estilos de vida. El tabaco y el alcohol eran males grandes, pero nada de eso se comparaba con el dolor que le producía a Guazú, las acciones de los indios que vendían a otros indios a otros señores, a cambio de solo un poco de estos vicios. Sin embargo, en ningún momento se le cruzó por la cabeza que podría llegar a vivir algo como lo que acababa de ocurrir (y siendo sincero, ni siquiera yo lo pensé; crueldad como esta, en ningún español había contemplado).
En la costa, tomó las ramas de espinillo, y sacó sus flores amarillas para guardarlas dentro del cuero de la nutria, con el que se había armado de una especie de saco. Ató las ramas con enredaderas del arroyo, un gran montón de ellas, y se las envolvió en la cintura para continuar su camino hasta la cima del cerro. Sin fuego, sin leña, y en ayuno prolongado, con varias heridas en sus pies, piernas y brazos debidas al escape, procedió a dar los últimos pasos de su viaje.
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El diario de Huesos
FantasyTienes en tus manos una copia textual del diario de Huesos. Lamento profundamente que no sepamos el nombre verdadero de este Guardián del Relato que se ha hecho tan popular entre nosotros, los neófitos del Mundo Escondido, pero estamos seguros de qu...