El brillo plateado del astro pálido se reflejaba sobre el lago, dando lugar a una imagen hermosa. La niebla tan característica de estás horas de la madrugada aportaba un aire misterioso al lugar, tal vez este curioso efecto se debia al reflejo de la luz argenta sobre el blanquecino humo o tal vez era debido a las docenas de mariposas que revoloteaban por el lugar, esparciendo el polvo brillante que lubricaba sus delicadas alas por toda la explanada.
Sin lugar a dudas, lo más majestuoso de aquella noche se encontraba en el centro del paisaje, sumergida en la masa de agua se encontraba una pequeña nutria de color turquesa que se entretenía zambulléndose en la oscuridad ajena a todo lo que le rodeaba. De siempre le había gustado sumergirse hasta lo más hondo y explorar aquel desconocido lecho marino, disfrutaba contemplando los peces de mil formas y colores que allí habitaban.
Tan entretenida estaba que no fue consciente de la tormenta que empezaba a gestarse en la lejanía, más allá de los árboles que protegían aquel mágico lugar. Poco a poco, como si de una enfermedad se tratase unas nubes de color ónice se extendieron por todo el cielo. Cubriendo la luz de la luna y reemplazándola por una inquietante oscuridad. El pequeño animal dejo de corretear de un lado a otro cuando el brillo que le rodeaba fue poco a poco sustituido por tinieblas, pero aquello no fue solo más que el principio. Una vez el paisaje se volvió opaco,las nubes comenzaron a descargar su fétida carga, no era como la agradable lluvia suministradora de vida que tantas otras veces había visitado aquel lugar, era un líquido espeso y maloliente que asfixiaba a todo aquel que tocaba.
La nutria cada vez más asustada y al borde de la desesperación, intento ayudar a los peces y demás seres vivos que habitaban aquel asediado refugio, pero sin mucho éxito. Era como si todo su mundo estuviera perdiendo el color y no pudiera hacer nada para evitarlo, se le escurría de entre las manos la esperanza. De aquellos sentimientos parecía alimentarse la tormenta, y como complacida de sus efectos sobre el ecosistema comenzó a rugir cuando los rayos brotaron de sus entrañas, impactando contra la tierra blanquecina y quemando las copas de los árboles.
A su alrededor solo veía desesperación y miedo. Sentía que no era capaz de cambiar lo que le estaba sucediendo a su hogar, totalmente abatida se desplomó sobre una roca y se negó a moverse, se quedaría acurrucada en aquella piedra hasta el fin de los tiempos, se había rendido a la tormenta.
En lo alto del cielo,el chirrido de los truenos se acrecentó, como un villano que se alegraba de haber conseguido por fin su victoria sobre el héroe, pero la nutria ya no escuchaba nada. Encerrada en su interior como en una fortaleza, solo escuchaba sus propias reflexiones. Su interior era tan oscuro como lo que le rodeaba, pues sus pensamientos atenazaban su corazón y no le dejaban ver solución alguna.
Lentamente y pasando desapercibida una pequeña luz que se filtraba entre tanta tiniebla empezó a tomar fuerza, en ese instante no supo de donde venía aquella sensación calida que le prometía que todo iba a salir bien, pero aún así se dejó envolver por ella y poco a poco se fue despertando de su trance. Sus piernas empezaron a caminar a pesar del entumecimiento, su cabeza comenzó a despejar las dudas que rondaban por su psique y todo su cuerpo se vio rejuvenecido por una energía nueva.
De nuevo con el control de su cuerpo, aquella heroína se dirigió a el centro de la tormenta, no sabía cómo podría detenerla pero tenía claro que no iba a caer sin luchar con uñas y dientes por lo que creía, sentía y disfrutaba. Sus pasos se volvían cada vez más firmes mientras acababa de comprender que había sido aquella luz que le devolvió a la lucha, se dio cuenta de que lo que le había echo alzarse no era más que su propia voluntad, su tenacidad, su espíritu de lucha, su negación a que nadie ni nada iba a doblegar su espíritu.
En ese instante los miedos se convirtieron en combustible, sabía lo que quería e iba a por ello. Su cuerpo comenzó a cambiar, se volvió más grande y poderosa, unas robustas piernas ecuestres se plantaron firmes contra su rival, una majestuosa crin surgió por todo su lomo rematado en dos alas enormes como de águila.
Aquel imponente Pegaso no era más que la representación de la fuerza que poseía la nutria, igual que la nutria había sido la representación de la calma que precedía al caballo alado. Ambos animales eran parte del mismo ser, componían la personalidad del espíritu que protegía aquel pequeño lago.
No hubo una lucha épica entre dos fuerzas de la naturaleza, ni siquiera un pequeño desafío. Tan rápido como había venido la tormenta no tuvo de otra que retirarse, pues incluso ella sabía que no tenía nada que hacer en su contra. Fue en ese momento, mientras los colores volvían a su legítimo lugar, en el mismo instante en el que las mariposas retomaban su vuelo y los peces nadaban alegres de nuevo, cuando aquella protectora entendió que todo estaría bien, siempre y cuando sugiera confiando en su propia fuerza como había echo hasta ahora.