-¡Aaaaaaaaaaahhh!
Fue la única forma efectiva de callar a su mente. No quería recordarlo otra vez. Había revivido esa escena cada día desde hacía seiscientos cincuenta y seis días. No era justo, no quería. Pensaba que ya no tendría que hacerlo. Que todo sería otra vez como antes. No entendía cómo había llegado a ser tan ilusa. Seiscientos cincuenta y seis días. Seiscientos cincuenta y seis días y no había aprendido nada. Ese día. Eran las 06:32. Llovía, pero no lo notaban, ya estaban lo suficientemente empapadas. Recién salidas del Lago Manchado. Su espalda nunca había sentido una roca tan lisa. No llevaban encima más que los sacos con los que habían llegado. Había sido la tarde más maravillosa de su vida y llegó a creer que nada podría arruinarla, pero desde el momento en que salieron del lago notó algo raro. Lucía estaba seria, pensativa, o tal vez no estaba pensando en nada. De repente puso una expresión que nunca había visto, al principio pensó que era alegría, pero tenía algo inusual, no sabía qué era a ciencia cierta, pero podía jurarlo.
-¿Te conté que quiero ser detective?- lo repentino de la frase la sorprendió.
-No, pensé que sólo te gustaba leer- era el tema favorito de Lucía. Cuando la llevó por primera vez a su casa lo primero que le mostró fue su amplia colección: setenta y cuatro libros en total, todos de misterios y asesinatos. Cada que iba le leía uno nuevo y le explicaba con apasionado detalle cómo había resuelto los crímenes antes de que la historia se lo dijera. No se le había pasado por la cabeza que ella quisiera hacer de eso su vida.
-Bueno... al principio era así. Era más simple en ese entonces. Era... una fantasía divertida- levantaba los brazos, parecía que quería hacer figuras con ellos. -Me imaginaba al lado de Gretchen Webbers o de Martín Monsalvo, resolviendo crímenes juntos, recibiendo sus halagos- soltó una risa tímida. -A veces hasta me imaginaba al lado de Sherlock Holmes. Era una niña tonta- Alba volteó a mirarla.
-A mí me parece un lindo sueño- Lucía suspiró.
-Sí, es un lindo sueño. Y en verdad me gustaría cumplirlo, pero últimamente he estado dudando.
-¿A-a qué te refieres Luci?
-No sé ¿sabes un cliché que me fastidia de las historias de detectives? El cómo a veces parece que no tienen sentimientos ¿te diste cuenta? Como Sherlock Holmes. No tiene miedos ni apegos, dedica la totalidad de su tiempo a su mente. A veces desearía que yo funcionara así- Alba sintió que Lucía había olvidado algo de sus propios libros.
-¿Y Irene?
-¿Qué pasa con Irene?
-Es que el otro día, cuando me estabas mostrando tu colección, me hablaste de eso, de que ella lo había derrotado y él se había quedado enamorado.
-Ah, eso- manoteó al cielo. -Es sólo un rumor, no te lo tienes que tomar en serio- suspiró y se levantó. Se estiró apoyando sus manos en su espalda y se quitó la chaqueta. Su silueta iluminada por las sombras de aquella escondida parte del bosque es esa imagen que nunca olvidará, igual que las palabras que dijo a continuación. -En todo caso- siguió mientras se ponía la ropa. -, según la teoría, que Sherlock haya sido derrotado por "la mujer" fue a causa de eso, de los sentimientos que ella despertaba en él. Lo peor de todo es que, aunque sea sólo una teoría, tiene mucho sentido- cuando su cabeza pasó por el cuello de su blusa volteó a mirarla, llorando. -No puedo perder este caso, y no es un capricho. Ustedes van a hacer algo muy malo. Tu padre, tu gente, tengo que detenerlos- un calor de terror recorrió el pequeño cuerpo de Alba, ardía por dentro y no sabía cómo apagarlo. Sus pulsaciones triplicaron su velocidad, como si estuviera intentando escapar de sí misma. No podía. No tenía más opción que observar impactada como todo en lo que sostuvo su felicidad no había sido más que un engaño, y cómo encima de todo no podía culparla, por algo que Lucía después explicó muy bien. -Creo que nos hemos mentido mucho, ambas, y esto no puede seguir así. Es una lástima que haya ocurrido en estas circunstancias, ya sabes, lo de conocernos- miró al suelo por tres segundos y al levantar su cabeza, sin cesar el llanto, tenía la sonrisa más triste que vería jamás. -Te amo Alba. Gracias por todo, y perdón.
Corrió hasta desaparecer entre los helechos mientras sus palabras hacían eco entre las nubes negras que se habían formado en su mente.
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LA EXPLICACIÓN DE ALBA
Romance¿Qué sintió Alba el día que Lucía se fue corriendo y no la volvió a ver?