1. Secuestro

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Los pensamientos de César lo aquejan, le sudan las manos y cada dos o tres minutos mira el reloj por sobre la puerta de la oficina.

Es increíble el calor que siente, aún cuando afuera deben haber unos dos grados, tal vez empiece a nevar, dentro de la oficina él no tiene frío, el aire acondicionado está de modo otoñal, su frente suda y aveces hasta le cuenta respirar.

Su esposa no ha llamado, por lo que sabe que aún no pasa nada, todo está en orden. Ordena las cosas en su escritorio y nuevamente comienza a sentir su corazón acelerado. El sudor de su frente se mezcla con la tela de su camisa. Se pone de pie frente al ventanal de su oficina, por décima vez en el día. Sabe que este es el día solo espera a que suene el maldito celular, porque lo hará y comenzará el caos, los miedos, los llantos, los enojos, las culpas y él no podrá hacer nada, porque si lo hace más cosas terribles van a pasar, tal vez a sus hijos o a su esposa. Es mejor que le pase a ella, no tienen una relación directa y así al menos nadie podría ligarlo con su desaparición.

Estará bien, solo espera que ella esté bien, que no le hagan nada, o al menos que no la asesinen antes de que pueda conseguir el dinero. Se pregunta si le dirán algo, si luego de que la liberen ella sabrá por culpa de quién estuvo retenida. Quiere creer que solo serán unas semanas en que estará en cautiverio. El dinero que debe es mucho y no sabe que hacer, pretende robarle a la empresa en la que trabaja, aún está ideando el plan, espera que funcione.

Son las 10 de la noche, la luces brillan fuera de la oficina, él no está en casa, tomó horas extras, no podía quedarse y escuchar los gritos de desesperación que daría Philip al teléfono, es mejor escuchar la noticia de la desaparición a través de su esposa.

Su celular suena, es Catherin, la hora de la verdad ha llegado.


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Es invierno en Madrid, falta poco para comenzar diciembre, el mes más feliz de todos, según Narcisa Adams, una chica recién graduada de economía internacional, maestra en el colegio de artes administrativas. A ella le encanta todo lo navideño, desde el frío, el olor a dulces navideños y los muérdagos que cuelga por toda su casa.

La escarcha de las calles es maravillosa, ella quiere que pronto comience a nevar, envolverse en una manta y beber chocolate caliente con galletitas de jengibre mientras ve Home Alone junto a su novio Philip y su cachorro Melón. Mientras el árbol de navidad llena el ambiente con sus coloridas luces.

Narcisa ha tenido un gran día en el colegio, los chicos se han mostrado comprometidos con la última tarea, las calificaciones lo han demostrado, el esfuerzo final antes de las pequeñas vacaciones por las fiestas fin de año.

Hoy tiene una cena en familia que dará inicio a las fiestas navideñas, así que hace una lista mental de todo lo que debe hacer luego de salir del colegio. Como pasar por la pastelería de su abuela a recoger la tarta de papayas que Philip está deseando comer hace semanas, pasar por el vestido a la tienda donde ya lo reservó, comprar en el súper dos botellas de jugo de naranja para que su sobrina y los sobrinos de Philip no beban tanta soda y por último recordarle a su madre que no le ponga cilantro al tomate, porque Camille y Philip no lo toleran.

Ordena sus cosas y se va a la última clase del día, está un poco cansada, pero se emociona al saber que pronto estará disfrutando con su familia y la de Philip una rica cena, llena de risas, anécdotas y mucho alcohol.

🍁

—Señor- habló Thomas —los hombres tienen la camioneta lista.

—Bien, no quiero errores.

Thomas se había reunido con los cinco hombres que llevarían a cabo el siniestro secuestro. A la hora que recogerían a la mujer, había poca gente, habían estudiado sus rutas y horarios por cerca de dos meses. Lo mejor para darle una lección al deudor era recogerla en fechas festivas, así si la quería devuelta, se esforzaría para pagar y que las fiestas no terminaran en desastre.

Los hombres sabían todo de la mujer, era buena persona y se detenía siempre a ayudar a quien necesitara algo, ya lo había probado dos veces. Así que ahora solo debían pedirle indicaciones de ruta y el trabajo estaría hecho.

—Es lista, así que no solo le ponen una bolsa en la cabeza, la adormecen.

Los hombres asintieron, después de todo era confiada, pero lista, era maestra.

—Según lo que nos informó el deudor, saldrá y se dirigirá a la pastelería de la abuela.

—Correcto, lo haremos antes de que llegue, dos cuadras antes de la esquina, antes del árbol, allí no se verá la camioneta en la cámara del local, dóblanos a la izquierda y es imposible que vean la matrícula.

—Exacto —dijo Thomas, ahora ordenando su corbata.

Los hombres asintieron y salieron del lugar. Ya no había vuelto atrás.

🍁

La jornada al fin había terminado para Narcisa, tomó sus cosas, se despidió de sus estudiantes, fue a la sala de maestros pensando en lo deliciosas que serían las papitas que su suegra llevaría hoy a la cena, se le hacía agua la boca. Se despidió de sus colegas y salió radiante hasta la calle, respiró el aire húmedo y frío que se sentía afuera. Era magnífico, la mejor época del año, ya quería estar en casa y acariciar a su pequeño perrito salchicha Melón.

Camino para llegar a la pastelería de su abuelita. Quedaba poca gente en las calles, las farolas iluminaban con sus luces tenues. Dos cuadras antes de llegar y bajo el árbol de pino viejo, frondoso, que no se podía decorar por su altura, con pequeños mensajes que los
Chicos dejaban en su ramas más bajas, un hombre en una camioneta oscura le preguntó por alguna panadería o pastelería cerca, se acercó hasta la ventana y muy feliz le comentó que en dos cuadras más podría encontrar la de su abuelita, que era la mejor de la zona, el hombre le agradeció de manera amable, pero antes de ella pudiera alejarse del todo, la puerta trasera se abrió de ambos lados, unos hombres encapuchados la tomaron con fuerza, uno puso su mano en la boca, ella miró en las direcciones que podía moverse, no había nadie. Intentó patalear, mordió la mano del tipo, gritó, pero pronto alguien le puso una tela con lo que sabía dormiría. Solo se desmayó con un pensamiento de tristeza en su mente, que había arruinado la navidad para todos, para siempre.

Por ser buena, arruinó todo.

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Me demoré un siglo en escribir esto.

Con cariño, H.

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⏰ Última actualización: Jul 02 ⏰

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Síndrome de EstocolmoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora