Cap I: Lados Opuestos [♡]

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    La alcaldesa se caracteriza más por sus bailes (en los cuales nunca la veras bailando) y ferias anuales que por otra cosa -sin contar sus trajes, ya sean de faldas o pantalón e infaltables labios color carmesí-

    Regina se considera a sí misma firme, pero no mala, mucho menos injusta. La firmeza es poder, es demostrar a los demás que por más roto que unoesté nunca se quiebra; ese siempre fue su lema, su pilar en la vida, desde que estudiaba derecho en una de las mejores universidades de EEUU (era la mejor de su clase cabe resaltar), hasta el día de hoy.

    Alcaldesa de un pueblo. ¡Quien lo diría! Su madre, ella lo diría, ella la inscribió en esa universidad obligándola a estudiar para ser lo mejor de lo mejor.

-Si no haces esto no serás nadie en la vida Regina-

    Eso escuchaba la alcaldesa desde sus 17 años, eso y cosas como:

-¿Para qué necesitas tanta pintura? No eres una artista. Sigue este camino y te morirás de hambre-

-Sólo quiero darte una mejor vida cariño. No es por mi, es por ti-

-Sigue malgastando tu tiempo y verás donde te lleva eso-

-¿Enserio crees qué dejaré que mi hija siga siendo una buena para nada encerrada en su habitación pintando Dios sabe qué? ¡Eres una Mills, compórtate como tal!-

    Sí, Regina no la paso para nada bien, pero ella es firme, como su padre le enseñó a ser.

-Debes mantenerte firme princesa, cuando entre en razón entenderá que lo que hace está mal-

-Ella se calmará, ya verás-

-Sé firme, yo creo en ti-

-Nunca dejes de ser firme. Te amo Regina, no lo olvides-

    Esas fueron las últimas palabras del pobre señor Henry Mills, hombre respetado con un apellido que lleva décadas de peso y buen trabajo. Él hacía todo por su familia, aunque a su mujer no le parecía suficiente, siempre quería más, más, más; nunca era suficiente para Cora Mills. Ni siquiera en el funeral de su propio esposo.

-Las flores son horrendas-

    Había dicho, sin saber que eran las favoritas de Henry y Regina.

-El cajón es demasiado barato. Ni siquiera sé que es esto-

    La corona de flores encima del ataúd de su marido fue apenas tocada por sus dedos. No se había percatado de la mirada perdida de su hija justo a su lado.

    Lo único en que pensaba Regina era en las últimas palabras de su padre: Nunca dejes de ser firme...

    Estaba tan sumida en sus pensamientos caminando hacia su auto que no notó a la persona que intentaba esquivarla y en la cuál casi cayó encima al no notar un desnivel en el suelo.

    Sintió unos brazos fuertes y una leve caricia en la cara que por un momento le hizo cosquillas. Una lluvia de cabellos dorados se cruzaron por su vista y logró distinguir entre todos estos unos hermosos ojos verdes. Una voz femenina de repente retumbó en su cabeza.

-¿Se encuentra bien?-

    La alcaldesa aún en brazos de esta desconocida responde afirmando que está bien y, agradeciendo a su rescatista, logra liberarse de este incómodo abrazo. La rubia asiente y retoma su camino, no sin antes dar un último vistazo a la mujer.

    No iba a mentir, la había intrigado. Desde el momento que la vio salir del cementerio con expresión sería y frente un poco arrugada la fichó, no por algo en especial, si no porque era la única en esa calle y ella es demasiado curiosa como para no observar.

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