1 - 'El despertar'

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El despertar

Tener pesadillas es normal para la mayoría de la gente, pero no para mí.

Y es que mis pesadillas no son construcciones oníricas aleatorias de esas que carecen de sentido y consigues olvidar al cabo de unas pocas horas, algunas veces incluso antes de despertarte.

No, mis pesadillas son... mucho más especiales. Se basan en recuerdos que ya creía olvidados, pero que hace poco me devolvieron, no sé si para mi suerte o para mi desgracia.

Y todas tienen el mismo protagonista.

Ramson.

En mis pesadillas, recuerdo escenas del pasado con él, cuando todavía nos considerábamos marido y mujer. Y lo más curioso es que en esos recuerdos no hay sufrimiento, ni tampoco dolor. Quizá en algunos haya incomodad o tristeza, pero poco más. En la gran mayoría solo me veo a mí misma junto a él, haciendo tareas cotidianas, charlando en el sofá, discutiendo, pasando el rato en la cama, en la sala secreta, leyendo un libro mientras él toca el piano... No son malos recuerdos.

Y, aún así, cuando abro los ojos soy incapaz de recuperarme de la sensación desagradable que me invade el cuerpo, como si me hubieran cubierto con una sustancia venenosa y necesitara rasgarme la piel para arrancármela y alejarla de mí.

Acostumbro la vista a la penumbra, todavía con el corazón acelerado. Estoy en mi habitación habitual, en casa de Foster. Detrás de la pared que hay detrás de mí está el cuarto de Addy, su hija. Tengo que ser más silenciosa, porque como me oiga va a querer saber qué me pasa.

Estoy bien. Estoy a salvo.

Necesito calmarme.

—Cada vez tienes más pesadillas.

Me incorporo sobre los codos, alarmada, pero me calmo visiblemente al darme cuenta de que se trata de Foster, que está de pie junto a mi ventana. Tiene las manos en los bolsillos y la mirada perdida por el bosque que bordea la casa.

Lleva puesta una camisa verde clara y unos pantalones negros. La débil luz de la luna se refleja en su piel pálida e ilumina sus facciones inhumanamente perfectas. Desde los ojos verdes, pasando por la nariz recta hasta llegar a los labios carnosos y apretados entre sí. Aparentemente, no tiene una sola imperfección, pero yo lo conozco de sobra y sé que, si me acerco más, podré ver un hilito de pequeños lunares en uno de los lados de su cuello que bajan hasta esconderse tras el cuello de la camisa.

Que Foster esté en mi habitación a solas —y a estas horas— me pone un poco nerviosa. Normalmente, él es quien mantiene la distancia y no la rompe ni por todo el oro del mundo..., pero aquí está. Y no parece que tenga malas noticias.

Entonces, ¿ha venido voluntariamente?

No nos emocionemos antes de hora.

—Me has dado un susto de muerte —protesto, volviendo a dejarme caer sobre el colchón.

—Oh. —No lo estoy mirando, pero sé que parecerá arrepentido—. Lo lamento, no era mi intención.

—No pasa nada... ¿Qué haces aquí?

—He escuchado ruidos desde el pasillo. Parecía que alguien estaba sufriendo. Supongo que era otra pesadilla. —Hace una pausa, y sé que me está mirando fijamente—. Pero, si quieres seguir descansando, puedo marcharm...

—¡No!

Eso, hazte la dura.

Vale, eso ha sonado un poquito necesitado.

El rey de las sombras #2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora