/La brisa sacudiendo el pasto, la nostalgia sacudiendo las plumas del ruiseñor pensativo, el ave se contempla en el agua del lago, un espejo. Un cielo empañado se refleja sobre el animal, el lago los devora a ambos. Un lago de sangre y alcohol, de sueños empañados y vidrios rotos. De plumas radiantes de sangre/
Las luces mortecinas inundan el lugar con una sensación de decadencia que se impregna sobre la ropa de los visitantes. Es un bar lúgubre y silencioso, en donde un hombre de barba mal afeitada bebe un vaso de ron. Tiene 25 años, aunque aparenta 30. Su mirada está cargada de hostilidad y pesadumbre, está perdido, este no es su mundo. El bulto de una pistola resalta en su pantalón, la gente lo evita, nadie se acerca a él. El mesero murmura con el dueño tras la barra.
- Te invito uno, dale, es bueno – el hombre levanta la vista, ante él está sentado un joven de unos 20 años, de pelo medio largo y camisa a cuadros verde con azul, sobre una camiseta negra. Una pequeña barba bien cuidada resalta en su mentón. Con la mano le acerca un vaso.
-¿Te... conozco?
- Es absenta, prueba, es bueno – el desconocido esbozó una sonrisa disimulada.
El hombre bebió del vaso, sin pensar. Media hora y tres vasos después, el desconocido, ya no tan desconocido, le contaba su vida al bebedor taciturno, ya no tan taciturno, solo un poco ebrio.
- Y por eso detesto pintar con óleo... ¿salgamos? Te ves algo pasado de copas.
Lo cogió por el brazo y lo cruzó por el hombro, y salieron a paso lento del bar con el hombre que apenas podía dar un paso.
El hombre de mirada hostil abrió los ojos, y se vio recostado en las piernas de su gentil captor. El desconocido lo vio despertar y soltó una risa. Se sentía bien, sus labios encajaban a la perfección uno en el otro, le daba una sensación familiar, una sensación que se hacía agradable con el ruido del mar de fondo. Era un beso que le hacía recordar. Empujó al desconocido contra la arena y empezó a desvestirlo, la camisa también le era conocida mientras la desabotonaba. Se besaron en la playa, bajo la luz de una luna cruel, ambos con el torso desnudo. Nadie fue testigo de la violación consentida, ni de las mordidas violentas o de las palabras que se cruzaron con orgasmos familiares.
-
Olía bien, la habitación del desconocido olía bastante bien. El hombre taciturno estaba recostado de lado en la cama, viendo con dificultad el armario abierto. El desconocido empezó a morder, explorando el cuello hasta que llegó a los restos de barba y sus labios se encontraron. Un beso cálido y amable, que era el anestésico para la venganza acordada. El desconocido rasguñaba la espalda del taciturno mientras éste mordía la almohada, los cuerpos empezaban a sudar, y el dolor se mezcló con el placer en una rapsodia de culpabilidad. Esa sensación le era familiar, cuando el miembro del joven empezó a entrar con fuerza en su cuerpo sudado empezó a recordar, y el desconocido dejaba de serlo.
- Di..ego – el sonido débil que se coló entre los dientes del hombre ebrio cortó el aire mientras el criminal terminaba dentro suyo. Diego se recostó sobre la espalda del taciturno, y unas tímidas lágrimas se mezclaron en las sábanas. El ave había sido devorada por el lago de sus pesadillas. Sus cuerpos se desvanecieron, y la cama quedó desierta, solo con lágrimas y sudor.
/La brisa sacudiendo el pasto, el absenta prendiendo las plumas del ruiseñor pensativo, el ave se contempla en el agua del lago, un espejo. Un cielo empañado se agita sobre el animal, el lago los devora a ambos. Un lago de sangre y alcohol, de sábanas mojadas y cuerpos desnudos. De plumas empapadas de sudor/
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Absenta, nostalgia y un anónimo
RomanceRelato erótico que se mezcla con el alcohol, la nostalgia y la irrupción de un desconocido en la escena.