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El amor es complicado, somos consientes de que no podemos vivir sin el y llena nuestras almas a tal punto de sacarlas de aquel vacío por el que alguna vez fueron inundadas. Sentir el afecto de aquella persona que te haga creerte especial es la mejor manera de perder el tiempo, sentirse amado y deseado por tan sólo unos segundos puede cambiar tu estado de animo y tus pensamientos. Puedes pasar de llorar a reír y pensar que después de todo la vida no es tan mala, que detrás de todo lo triste siempre habrá alguien que ilumine tus ojos y te haga ver la vida a través de ellos.

Y así como el amor puede ser tan maravilloso también puede destruirte.

El peor error de alguien es entregar completamente su corazón a una persona que no lo merece, pero no es nuestra culpa, a veces sólo sucede sin darnos cuenta, porque aquella persona nos atrapó, fue más allá de su físico, los regalos que nos pudiese dar o aunque no pudiera estar junto a nosotros. Lo material queda descartado y lo único que queremos es que esa persona se quede a nuestro lado, que esté junto a nosotros y su sonrisa sea lo suficientemente dolorosa para nuestro corazón.

Pero ese no era el caso de Ni-ki.

Poco ordenado, con un desastre mental, poco sociable, con cara de pocos amigos, odio a sí mismo y pocas ganas de vivir. Ese era Nishimura Riki, un chico bastante aislado y lleno de secretos.

Hace más de un año que había terminado con Jay por motivos de celos, cada vez se portaba más posesivo de lo normal a tal punto de agotar la poca paciencia que tenía.

Así era Ni-ki. Decisivo en ese tipo de situaciones; las palabras rogar y perdonar no estaban en su vocabulario.

Con su cabellera negra desordenada se levantó de su cama, eran prácticamente las 6:30 pm y no había hecho nada más que estar acostado en su habitación llorando por situaciones que ni él mismo entendía. No extrañaba a Jay en lo más mínimo por más que este rogase por que le dieran otra oportunidad.

A veces las personas no cambian aunque sepan que ese podría ser su fin.

Ni-ki tenía a alguien, ese alguien lo hacía sentirse vivo y podía formar una sonrisa en su rostro con tan sólo un mensaje suyo. Suena estúpido pero era la verdad. Desde que conoció a  Jake no hacía otra cosa más que pensar en él y en todas las posibilidades de verlo, como decirlo, Shim hacía que tuviera menos ganas de suicidarse.

Lavó su rostro y se puso algún conjunto de ropa que le quedara bien, Jake iría a verlo, no podía encontrarlo en ese estado.

Su mente jugaba con él, automáticamente veía el día en que lo conoció. Fue exactamente un veintitrés de marzo, bajo la luz de la luna donde aquellos ojos marrón hicieron contacto con los suyos. Estaba bajo la noche sentado en un parque mientras lloraba desconsoladamente, probablemente pensando en aventarse de algún puente cercano o ponerse en medio de la carretera para que algún coche lo atropellara.

Sí, Ni-ki deseaba morir. Ese era su deseo mas anhelado.

Cuando de pronto aquel chico se sentó a su lado, inmediatamente quedó perdido en sus ojos; podía ver su alma a través de aquellas perlas.

«Tu vida es muy preciada para que quieras acabar con ella»

Recuerda perfectamente aquellas palabras, claro que no era fácil asimilarlas después de todo ¿Quién era él para decirle qué hacer con su vida?.

Claramente no pudo evitar que dejara de pensar eso, simplemente hacía que tuviera menos ganas de morir, eso es todo. Ni-ki jamás cambiará esa forma de pensar.

Escuchó su timbre sonar y bajó rápidamente para recibir a Shim.

—Riki, amor, traje el pastel que tanto te gusta para que comamos juntos.

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