Excusas

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Mariano llegó más temprano de lo habitual de su práctica de fútbol. A sus diecisiete años estaba en plenitud física para proyectarse en una carrera en el deporte, y sus habilidades lo acompañaban según su entrenador.
No obstante, en más de una ocasión éste había comentado a sus padres que no podía promocionarlo a la reserva porque su rendimiento entraba en baches inexplicables.



Definitivamente así era, sin estar afiebrado ni agotado, ni con ningún otro síntoma; de repente y sin aviso estaba impreciso con la pelota. Los experimentados ojos de su entrenador sabían que era a drede, o al menos era la impresión que le generaba.
Mariano era un pibe prometedor, zurdo como tantos grandes del deporte, y con una capacidad de conducción y armado que lo hacían digno portador del 10 en el dorso de su camiseta. El DT no se explicaba el por qué de esas excusas cuando podía ver su pasión en el brillo de sus ojos al hablar.

Hacía unas semanas su argumento era el dedo meñique del pie, que su apoyo se limitaba por ello. La reacción de su director técnico fue sólo un prolongado silencio. Nunca nadie le había dado tal razón.


Ésto pareció un cruel presagio del destino dado que días atrás, Mariano llegó a su casa con el pie emanando sangre, horrizada su madre notó que había sufrido la perdida del dedo más pequeño de su pie izquierdo.
Apenas pudiendo caer en lo que estaba viendo, Noemi se apresuró en ir hasta el botiquín a buscar elementos para parar la hemorragia. Una vez la controló, subió a su hijo al auto para llevarlo de inmediato al hospital.
En el trayecto le preguntó como se sentía. No podía pasar por alto que, lejos de terror que todo ser humano acarrea hacia perder una parte del cuerpo, Mariano tenía un semblante de paz absoluta, casi como si se hubiera sacado un peso de encima. Pareciera que ni verse perdiendo tanta sangre lo hubiera perturbado. Él le respondió que se sentía bien y que le agradecía que lo haya auxiliado.

Cuando su madre le consultó como se produjo tal herida, él le explicó que estaba practicando en el parque habitual y tuvo el infortunio de pisar sobre un gran vidrio a medio enterrar, en una parte donde el césped se encontraba más crecido.

Noemi le indagó, pausa intermedia, si había traído consigo el dedo cercenado, sabía que era algo para preguntar antes de emprender el viaje; a lo que él le respondió que el impacto del accidente fue tal, que sintió asco y no había sido capaz de llevarlo consigo, y ahora ya no tendría caso. Ella seguía sin caer en lo que pasó.

Una vez estuvieron en el hospital, le consultó al doctor sobre la posible veracidad del relato de su hijo. Éste le dijo que por las características de la amputación parecía un corte hecho con cuidado en lugar de en un accidente abrupto, pero que dado que llegó con la herida sangrante a su casa, lo más sensato era que su historia fuera verosímil.

Como fuera le indicó que las palabras del joven al respecto de su deseo de quitarse casualmente esa parte del cuerpo no podían quedar en la nada. Era un claro llamado de atención.

Luego del reposo más breve posible, ya se encontraba realizando entrenamiento diferenciado. Hasta que un martes apareció en su cada antes de tiempo; lo que nos lleva al momento actual.

Su madre sorprendida porque nunca llegaba antes de tiempo de sus prácticas, le pregunta por la razón de ello. Mariano le responde con un dejo de decepción e indignación que, tras un comentario que le hizo a su DT, éste optó por excluirlo de los entrenamientos de ahí en más.

Cuando Noemi le pregunta por qué, él le relata brevemente la observación que le hizo al entrenador. Éste lo había llamado aparte para ver si estaba adolorido, dado que parecía a disgusto con sus ejercicios. Mariano le había comentado que no era por dolor, que sentía un gran alivio luego de su accidente, pero que sentía que no era completo, que su pierna izquierda le resultaba una carga muerta desde la articulación de su rodilla en adelante.
Tras eso el director técnico considero que no estaba apto para jugar, y que continuar podía serle perjudicial.


Luego de oirlo espantada, le recrimina haber ido demasiado lejos, que ya mismo estaba arreglando una cita con el psiquiatra. A los pocos minutos le dice que el jueves tienen cita y que no iba a salir hasta haber ido. Él acepta, aunque con un aire de sobrar la situación.
Esa madrugada Noemi oyó fuertes ruidos provenientes del garage. Corrió cuanto pudo pero llegó tarde a un espectáculo de lo más horrendo que una madre puede presenciar.

. . .

Al llegar vió a su hijo sentado en el suelo, con su pierna izquierda extendida en un estado desastroso, que espantaría hasta al cirujano mas probo.

La rodilla dislocada, al menos tres fracturas expuestas y otras tantas, tajos... todo envuelto en un charco de sangre en rápida expansión. Su hijo resposaba sobre sus manos sin soltar un cuchillo que tenía en la izquierda y con una maza a escasos centímetros de la derecha.

Esa misma madrugada fue hospitalizado debiendo sufrir la amputación de su pierna izquierda por debajo de la rodilla. Una vez recibida el alta fue trasladado al neuropsiquiátrico para iniciar un tratamiento.
El diagnóstico describe un caso avanzado de trastorno de identidad de la integración corporal, enfermedad psiquiátrica que genera un deseo de amputarse en quien lo padece.

Al día de la fecha Mariano continúa en tratamiento, no obstante, lejos de mostrar arrepentimiento continúa plenamente satisfecho con sus decisiones.


~FIN~

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⏰ Última actualización: Dec 28, 2021 ⏰

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