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Camila Wilson
Ciudad de México.

La velada transcurrió tranquila, nadie se a atrevido a preguntar quién fue la o él que le disparó a Sasa. Mi padre se aparta con mi abuelo para hablar y mi madre se queda mirando a la nada.

—Madre—la llamo en voz baja. Estoy ronca por todo lo que he gritado y llorado.

—Dime hija.

—¿Aún no ha salido de su cuarto?— digo inquieta.

Ella se limita a negar con la cabeza.

Visualizo a mi mejor amigo sentado en una esquina. Le hago una seña que entendió muy bien.

Por esas amistades dónde se conocen tan bien que las palabras sobran.

Camino por el angosto pasillo. A cada paso visualizo un cuadro familiar. Nuestro primer año, el segundo , el tercero y sucesivamente. También fotos de las personas que decían ser nuestra familia. En esos tiempos este era nuestro hogar , ahora es una simple casa llena de viejos y magullados recuerdos. Si nos ponen en frente, unos a los otros nos mataríamos y es triste , todo lo que quería era una familia sin pertenecer al Narcotráfico de drogas y armas y mucho menos que cuenten con una maldición.

Toco dos veces la puerta color violeta que tengo ante mí. No recibo respuesta así que opto por entrar. Todo está tal y como lo recordaba. Paredes púrpuras , fotos mías y de mi hermana en la pared , adornos de adolescentes y una cama repleta de peluches.

—Ros—llamo sin éxito alguno.

Me dirijo hacia la cómoda y tomo un cuadro. En este están Sasa y Ros. Sonrió triste y una lágrima rueda por mis mejillas.

—Sabes aún me acuerdo de este día de San Valentín, cuando a cada uno de nosotros nos dió una foto donde salía ella. Recuerdo que brincamos de alegría. Aunque no esté físicamente, aunque ya no nos obsequie cosas así, está en nuestros corazones , por y para siempre.—mis lágrimas no paran de brotar pero está vez no me esfuerzo por detenerlas.

Cuando iba a dejar el cuadro en su respectivo lugar noto algo. Una mancha de sangre. Frunciendo el ceño sigo las pequeñas goticas rojas que me llevan hacia el baño. La puerta está semiabierta. La abro por completo y me falta el aire.

—¡ROSA!—Me arde la garganta por el grito pero más me arde el corazón.

Mi hermana está dentro de la bañera con una de sus muñecas cortadas.

Todos al sentir el grito corren y me tiro al suelo llorando y gritando.

—¡No hija , NO!— exclama padre con las manos en su cabeza mientras llora. Mi madre se desmaya y Grayson nos levanta del suelo. Me sienta el la cama y junto con mi padre la cargan y la llevan al hospital.

Esto no puede ser real. Rosa , la más fuerte de la familia, la chica que luchó por mi a capa y espada , la niña de ojos verdes que amó con cada fibra de su ser aunque no lo demostrara, no puede morir.

Mis ojos detectaron algo en el suelo, se cayó cuando cargaron a Ros. Es una cadena con nuestras iniciales. La tomo entre mis manos y lloro aún más al recordar ese día.

Flashback.

Tenemos 8 años y estamos en el patio de mi casa.Corro de un lado para otro mientras jugamos nuestro juego favorito "La enfermera asesina".

—¡Corre la herida no para de sangrar!—pone  voz como si sintiera mucho dolor.

Supuestamente se había cortado el brazo. Era una herida profunda y para simular la sangre se echó una buena cantidad de puré de tomate. Tomé un cuchillo de plástico y comenzé a cortar sobre la herida.

Heredera de la MafiaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora