Parte única

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—¿Gu..gust.. Gustabo?

Un aire frío le puso los pelos de punta y un escalofrío le recorrió la columna mientras miraba el cuerpo inerte que yacía ante sus pies.
Estaba en el limbo. Los sonidos a su alrededor desaparecieron y juraría que el cielo se había vuelto más gris.

Se agachó con cuidado y sujetó entre sus manos la cabeza del rubio, sintiendo la fría piel hacer contraste con la suya levemente cálida. El sonido amortiguado de las ambulancias retumbaba de fondo, más el agente federal no podía despegar la vista de los ojos azules sin vida,
esos ojos que en un pasado le miraban con cariño y un brillo dedicado solo para él. Vio como algunas gotas caían sobre la cara de su amigo e intentó cubrirlo, apegandole a su pecho sin darse cuenta que esa lluvia caía de sus ojos y no del cielo.

De pronto una presión dolorosa se hizo presente. No podía respirar bien. Empezó a temblar mientras miraba a todos lados menos al cuerpo que yacía entre sus brazos. Varios agentes que miraban la escena intentaron acercarse parando en seco cuando gritos desgarradores empezaron a salir de la boca del director

¿Qué había pasado? De un momento a otro la noticia de que habían encontrado el cuerpo de su compañero de vida había llegado a él como cuchillas atravesandole. No podía ser cierto. No quería que fuese cierto. Se negaba a mirarle mientras gritaba con más fuerza su nombre.

Gritaba que volviera. Que no le dejara. Sentía como si le hubieran desgarrado un trozo de su alma sin ningún tipo de compasión. Miles de recuerdos inundaban su mente, nublandole la vista. Noches largas de patrullaje, éxitos, risas, bromas, abrazos...

¿Dónde quedó todo?

El aire apenas entraba en su cuerpo y sintió como su corazón empezaba a latir con más fuerza, pero no le importaba. Nada le importaba. Estaba cegado por el dolor de su pérdida. Si su corazón decidía pararse ahora no sería él quien se lo impediría.

Apoyó su cabeza en la contraria y cerró los ojos. El dolor emocional que sentía opacaba al físico. Se aferró al cuerpo sin vida de su alma y gemela y dejó que por fin la oscuridad le arrastrara lejos. Con él.

🦋

Abrió los ojos lentamente, pestañeando con cuidado intentando apartar las lágrimas que se le amontonaban. Tenía la respiración acelerada y sus ojos se movían con rapidez, mirando el interior de la estancia en la que se encontraba, respirando con fuerza.
—¿Horacio?
Preguntó una voz somnolienta, debido a haberse despertado hace escasos minutos.
Recibió silencio como respuesta y se incorporó en la cama para mirar mejor a su compañero quien parecía sumido en sus pensamientos.
—Osito, ¿estás bien?
El de ojos bicolor dirigió la mirada al hombre que estaba sentado a su lado y se perdió por un momento en su mirada celeste, antes de romper a llorar, aferrándose al cuello del otro.
—Gustabo... ¿Eres real?
El rubio suspiró y se dejó caer en la cama con el director sobre él.
—¿Has tenido una pesadilla? —le preguntó despacio, teniendo perturbar al otro.
—Dime que eres real... Por favor.
Gustabo agarró al, ahora peliblanco, por las mejillas, sacandole del hueco de su cuello para juntar su frente con la del contrario.
—Lo soy Horacio. Soy real.
—Estabas muerto... —susurró casi inaudible el de cresta. —Dolía... Dolía muchísimo.
—Estoy aquí. Estoy contigo. No volveré a irme, te lo prometo.
—Tu dijiste que las promesas se rompen...
—Las nuestras no. —dijo el rubio con el mismo tono bajo de voz.
Horacio suspiró lentamente y se acomodó mejor contra él, resguardandose del resto del mundo en la calidez de su compañero. Sintiendo como sus músculos tensos se relajaban, tanto como si estuviera bajo los efectos de algún calmante. Siempre se sentía así con él.
—¿Juntos? —le preguntó cerrando los ojos.
—Siempre.

Y así sería, aquí, en esta vida o en la siguiente.

Juntos, siempreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora