Ojos

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─ ¡Hey! Bakugo, ¿A dónde vas?

─ A las canchas de básquetbol ─ Pasó de largo sin dirigirle la mirada a su supuesto amigo Kaminari

─ Oh, no regresaras con nosotros otra vez, esta bien... espera, tú no juegas básquetbol ─ Estaba pensativo mientras veía a Bakugo alejarse, sin darle más importancia fue con su amigo Sero para volver a casa.

Bakugo sabía con exactitud el horario de entrenamiento del equipo de básquetbol... femenino de tercero de secundaria. Tenía claro que entrenaban los martes y jueves después de clases durante hora y media, esa hora y media para él era la gloria absoluta. Esos días de la semana siempre encontraba la excusa perfecta para no volver a casa temprano, obvio a los que preguntaban les decía que iba a el entrenamiento de básquetbol, aunque él no lo practicaba pero le gustaba verla jugar.

Caminaba por los pasillos del instituto, dirigiéndose al patio donde se encontraban las canchas, no era el único que iba a ver dicho entrenamiento, otros permanecían en el patio haciendo otras cosas, pero el solo iba por la peliverde.

La peliverde era la diosa que le faltaba en su vida, ella era la hermana menor de la heroína Mirko, la mujer con don de conejo, y ella no se quedaba atrás, también había heredado el don conejo. Tenía sus hermosas orejas y cola esponjosa de conejo color verde. Mirko era parecida a su padre y Izuku a su madre. Izuku iba en la clase A y el en la clase B, ha estado obsesionado con ella desde que la vio en primero de secundaria.

Jamás ha tenido el valor de hablarle, pero sí de observar con lujo de detalle.

Llegó a la puerta que daba al patio, después de pasar por la puerta se dirigió a la cancha vacía que estaba a un lado de donde se encontraba el equipo femenino.

Llegó a una de las bancas de metal ubicadas a un lado de la cancha vacía y se sentó en el piso enfrente de esta, usando la banca como apoyo para su espalda. Saco de su mochila un libro, lo abrió y desde ahí empezó a fingir que leía dicho libro.

El equipo de las mujeres estaba preparándose para entrenar, ellas no le ponían mucha atención a sus alrededores.

Bakugo pudo observar casi en cámara lenta como Izuku desabrochaba su camisa formal del instituto dejando ver una camiseta blanca que hacía que su sujetador fuera visible, veía sus pechos con morbo, eran tan grandes, creía que uno solo de ellos encajaría muy bien en su palma, seguido de esto se puso la camiseta azul de su equipo. Prosiguió con su falda, quitó el botón que la sujetaba y dejó caer la falda ya floja dejando ver su pequeña pantaloneta a la mitad o menos del muslo, escucho por los pervertidos de su salón (aparte de él) que no había una talla adecuada para ella en las pantalonetas de su equipo, debido al estándar que impuso la entrenadora, sin saber que miembros de su equipo estarian tan desarrolladas y le dieron la más grande que tenían.

Bakugo sabía desde un principio que lo que hacía no era adecuado, ni mucho menos moral y éticamente correcto, pero velar a la peliverde con morbosidad era su pasatiempo favorito. Observaba con una ligera erección en sus pantalones la cual intentaba ocultar colocando su mochila enfrente suyo, como Izuku empezaba su entrenamiento, estiraba sus brazos así arriba, realiza sentadillas dejando ver como esos músculos se tensaban y expanden, se imagina enredado en esas piernas disfrutando de su intimidad.
Una actividad que realizaba la peliverde que lo pone realmente cachondo era cuando la ponían a saltar la cuerda y podía ver como sus pechos rebotaban y se zarandeaba de un lado a otro, a su mente venía como seria estar siendo montado por Izuku.

Veía su libro, y veía a la cancha, se canso de estar sentado en el piso asi que mejor se sentó en la banca de la cancha poniendo su mochila sobre sus piernas para ocultar su verdadera emoción por el entrenamiento de la femenina.

Ojos en el balón [BkdkFem - OneShot]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora