Entrégate a mi

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Sigo caminando lentamente leyendo los letreros de cada pasillo del segundo piso de la biblioteca.

Es viernes, quizás, las ocho y algo de la noche, este lugar es el principal y que me queda de pasada de la universidad.

Necesitaba un libro para mi clase extra de ruso, tengo que tener un excelente currículum para que mi abuelo y padre no me asfixien cada cinco segundos.

Mi abuelo fue un excelente médico, mi padre lo es aún, y esperan que yo sea mejor que ellos.

Me detengo en la última fila al encontrar el letrero que llevaba buscando desde que llegue a este lugar, entro a ese pasillo, doy tres pasos y me detengo al encontrar a un chico sentado y recargado en el estante derecho.

Doy dos pasos más para poder observar su inclinado rostro pálido, y darme cuenta que esta dormido, muy dormido.

Decido retirarme y volver algunos minutos después, veo por última vez su mano izquierda cubierta por un guante negro sosteniendo un libro abierto contra su pecho, y retrocedo dos pasos, pero me detengo al ver como sus ojos se abren.

Entre abro mis labios intentando formular una disculpa, pero me callo al ver su pómulo con un corte y de color morado, también su labio inferior roto.

Me quedo estática por aquella profunda y clara mirada azul, es un color tan limpio y brillante.

Cierra de nuevo sus ojos, yo vuelvo a relajar mi cuerpo y me giro para abandonar aquel pasillo lo más pronto posible.

Y desde aquel día espero su llegada en una mesa de la biblioteca con visión a la puerta principal. Sostengo mi lapicero y golpeo suavemente la goma blanca en el dorso de mi otra mano.

Nuevamente veo al alto chico de cabello negro y claros ojos azules con varios libros en sus manos, dirigiéndose al escritorio de la encargada del lugar.

Bajo mi mirada al reloj de mano que llevo, la misma hora como cada viernes, coincidimos cuando necesito sacar información de algún libro viejo y no dejar pendientes el fin de semana.

Llevaba tiempo visitando este lugar y no sabía de su existencia hasta el día que lo vi dormido, hemos coincidido algunas veces desde aquel día, me es imposible no observar su rostro limpio y otras ocasiones con varios golpes.

Mi satisfacción es verlo de lejos y después irme.

Mi celular vibra en la mesa, y por la fotografía que aparece sé que es papá, cierro los ojos unos segundos y suspiro, estoy agotada este día.

Entrégate a miDonde viven las historias. Descúbrelo ahora