Como Agua para Chocolate - Adaptación Yoonmin (Omegaverse)

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Para la elaboración de fósforos era necesario disolver goma arábiga en agua caliente hasta que se haga una masa no muy espesa; estando preparada se le pone el fósforo y se disuelve en ella, al igual que el nitro. Se le pone después el minio suficiente para darle color.

Park JiMin observaba al doctor Kim Namjoon realizar estas acciones en silencio. Estaba sentado junto a la ventana de un pequeño laboratorio que el doctor tenía en la parte trasera del patio de su casa. La luz que se filtraba por la ventana le daba en la espalda y le proporcionaba una pequeña sensación de calor, tan sutil que era casi imperceptible. Su frío crónico no le permitía calentarse, a pesar de estar cubierto con su pesada colcha de lana. Por uno de sus extremos continuaba tejiéndola por las noches, con un estambre que Namjoon le habia comprado.

De toda la casa, ése era el lugar preferido de ambos. El omega lo había descubierto a la semana de haber llegado a la casa del doctor Kim.
Pues el alfa, en contra de lo que Park ShinHye le había pedido, en lugar de depositarlo en un manicomio lo llevó a vivir con él. JiMin nunca dejaría de agradecérselo. Tal vez en un manicomio hubiera terminado realmente loco.

En cambio, aquí, con las cálidas palabras y las actitudes del alfa para con él se sentía cada día mejor. Como en sueños recordaba su llegada a la casa.

Entre imágenes borrosas guardaba en su memoria el intenso dolor que sintió cuando el doctor le puso la nariz en su lugar.
Después las manos de Namjoon, graves y amorosas, quitándole la ropa y bañándolo; luego con cuidado le había desprendido de todo el cuerpo la suciedad de las palomas, dejándolo limpio y perfumado. Por último, le había cepillado el cabello tiernamente y acostado en una cama con sábanas almidonadas.
Esas manos lo habían rescatado del horror y nunca lo olvidaría.
Algún día, cuando le volvieran las ganas de hablar le gustaría hacérselo saber a Namjoon; por ahora prefería el completo silencio.

Tenía muchas cosas que ordenar en su mente y no encontraba palabras para expresar lo que se estaba cocinando en su interior desde que dejó la hacienda. Se sentía muy desconcertado. Los primeros días inclusive no quería salir del cuarto, ahí le llevaba sus alimentos Wang Yiren, una muchacha beta proveniente de china, que aparte de encargarse de la cocina tenía la misión de cuidar de YooRim, la pequeña hija del doctor. La madre de YooRim había muerto al dar a luz a la pequeña.

JiMin escuchaba a YooRim reír y corretear por el patio, sin ánimos de conocerla. A veces el omega ni siquiera probaba la comida, era una comida insípida que le desagradaba.

En lugar de comer, prefería ponerse horas enteras viéndose las manos. Como un bebé, las analizaba y las reconocía como propias. Las podía mover a su antojo, pero aún no sabía qué hacer con ellas, aparte de tejer. Nunca había tenido tiempo de detenerse a pensar en estas cosas. Al lado de su madre, lo que sus manos tenían que hacer estaba fríamente determinado, no había dudas. Tenía que levantarse, vestirse, prender el fuego en la estufa, preparar el desayuno, alimentar a los animales, lavar los trastes, hacer las camas, preparar la comida, lavar los trastes, planchar la ropa, preparar la cena, lavar los trastes, día tras día, año tras año. Sin detenerse un momento, sin pensar si eso era lo que le correspondía. Al verse esas manos ahora libres de las órdenes de su madre no sabía qué pedirles que hicieran, nunca lo había decidido por sí mismo. Podían hacer cualquier cosa o convertirse en cualquier cosa. ¡Si pudieran transformarse en aves y elevarse volando! Le gustaría que lo llevaran lejos, lo más lejos posible.

Acercándose a la ventana que daba al patio, elevó sus manos al cielo, quería huir de sí mismo, no quería pensar en tomar una determinación, no quería volver a hablar. No quería que sus palabras gritaran su dolor.
Deseó con toda el alma que sus manos se elevaran.