Si hay algo que agradezco es no tener que ir al trabajo por la mañana, sí ya sé que suena muy elitista, pero soy artista, pinto cuadros y tengo la suerte que de vez en cuando hago una exposición y vendo alguno.
Gracias al trabajo de mi marido, pude dedicarme a mi pasión y ahora, gracias a su pensión, puedo seguir pintando y apoyándome en alguna que otra venta para ir tirando.
Hoy viene a verme una chica, para la que su marido ha encargado un cuadro, se trata de un desnudo, ella es aún más tímida que yo así que cuando llega a casa y la recibo, trato de hacer que se sienta cómoda y le ofrezco un café.
—Ya sé que es temprano, pero si tienes una copa de vino me ayudaría a posar, ya sabes para desinhibirme un poquito —me dice sonriendo.
Saco de la nevera la última botella que empecé de vino tinto y le lleno esa copa que me pide. Admito que a mí también me gusta el vino, así que decido unirme a ella y servir dos, después de todo, el vino serena el alma y hace que todo fluya mejor.
Allí se desnuda, es rubia y tiene un cuerpo menudo, su piel es extremadamente blanca, suave y tersa y la chica es muy delicada y bonita. Al girarse veo su culito y lo encuentro rojo, ambos cachetes están enrojecidos, esto me llama poderosamente la atención y la curiosidad malsana me lleva a preguntarle por la causa.
—¿Aún los tengo rojos? —se pregunta ella mientras sonríe y se mira desde el hombro en un gesto inútil por ver su culito rojo—. Bueno es que anoche mi pareja y yo tuvimos sexo, ya sabes un poquito duro... —me insinúa.
—¿Duro? —me pregunto en voz alta.
—Sí bueno, a él le gusta darme algunos azotes mientras me folla desde atrás y me da con ganas —me aclara para mi sonrojo.
Sin duda mi cara debe ser todo un poema, contemplando sus delicados glúteos rojos.
—A mí me gusta que lo haga así, se pone echo un toro, ¿sabes? Y siento que me desea intensamente en los preliminares mientras me azota y entonces, cuando me penetra, me entra y me llena, la sensación de placer se multiplica —me aclara para más inri—. ¿Tú nunca lo hiciste así con tu marido?
—No —respondo contrariada—. Nosotros lo hacíamos intensamente pero desde el amor y el cariño.
—Bueno, eso también está bien, supongo. Aunque tal vez deberías probar ese lado oscuro del sexo —me dice mientras picaronamente me sonríe.
La siento entre unas sábanas echadas sobre un sofá de dos plazas, ella se recuesta y cruza las piernas delicadamente. Me aseguro de que recupere la postura del día anterior, el cuadro recordará a La Maja Desnuda del gran Goya. Me gusta inspirarme en los grandes maestros para mis composiciones.
Su sexo es igualmente rubio y le pedí que para el trabajo se dejase crecer el vello, así es menos crudo su desnudo y me resulta más artístico para pintarla.
Sus pechos son blancos y nacarados, terminando en unos pezones de pequeñas areolas que con su piel blanca, destacan con un intenso color rosado. Admito que la chica es bonita, me gusta su delicada belleza y para mí es un deleite pintar su desnudo. Ya tengo el cuadro esbozado a lápiz y ahora me dedico a rellenarlo con color.
El tiempo pasa, estoy muy concentrada. Noto la inspiración fluir por mis manos y el pincel se nueve alegremente por el cuadro, sin prisa pero sin pausa, una pincelada tras otra, mientras la chica de vez en cuando moja sensualmente sus labios en la copa de vino. Eso me recuerda que yo también tengo la mía a mano, así que la imito y noto como los efectos etílicos comienzan a embriagarme.
—Natalia, ¿te puedo hacer una pregunta íntima? —me dice mientras pinto.
—Bueno si, aunque te advierto que si no es de mi agrado no obtendrás respuesta —le digo sonriendo.
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La Viuda
RomanceNatalia redescubre el sabor de la vida, gracias a la irrupción de su sobrino Gabriel, quien le abrirá los ojos y despertará en ella el deseo oculto. La sacará de la amargura en la que ahoga sus penas y junto a otros personajes principales, le devolv...