El universo atrapado en tus ojos

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Era impresionante lo simple que se veía el cielo, pero si lo mirabas por un poco más de tiempo ya no parecía tan simple, si estabas unos cuantos minutos ya te llenabas de dudas y al cabo de unas horas ya no sabías absolutamente nada de nada.

Lan Zhan sabía muy bien que al final del día, por más cosas que hubiera aprendido, o la cantidad de nuevos datos que vió en la escuela, o incluso si había resolvió un acertijo complicadisimo...Bastaba para mirar a las estrellas para que recordara que no tenía la menor idea de absolutamente nada.

Con los auriculares en sus oídos, miraba el cielo, perdido en toda su ignorancia y asombrado por la complejidad escondida en lo que en los primeros segundos de observación no eran más que un montón de estrellas, de nuevo, Lan Zhan había entrado en ese trance que le provocaba tal vista y se había olvidado completamente del mundo.

Vivía en un pequeño pueblo, cómodo, acogedor, tan apartado de la ciudad que pocas veces había experimentado lo enfermizo de esta concentración de personas, pero la mayor ventaja era que el cielo brillaba más en aquel lugar, y se veía perfecto si se acostaba en el techo de su casa, tal como solía hacer y tal como estaba en ese momento.

Atento a la vista, no escuchó al pelinegro llegar a su lado, tampoco sus llamados.

El menor se cruzó de brazos, un leve mohín se instaló en sus labios, por más que mirara al chico fijamente Lan Zhan estaba totalmente perdido en el universo.

Aún con los años, Wei Ying seguía viendo a Lan Zhan brillar, pero no le daba tanta atención e importancia como cuando era pequeño, ya estaba acostumbrado luego de diez años de estar a su lado, lo tomaba como algo natural.

Se agachó a su lado, removió uno de sus auriculares y se inclinó sobre su rostro, ocupando su campo de visión completamente.

- ¡Lan Zhan! Te estaba llamando.

El castaño debajo de él se concentró en los oscuros ojos de Wei Ying, aquellos negros orbes que presentaban pequeños brillos constantes.

Wei Ying tenía el cielo y las estrellas en sus ojos, y eran de las cosas favoritas de Lan Zhan.

- ¿A-Zhan?

Wei Ying se ruborizó por la mirada fija de su mayor en él, esa expresión seria que no podía descifrar pero que encontraba irremediablemente atractiva y lograba acelerar su pulso y subir su calor.

- Qué lindo cielo - comentó Lan Zhan, aunque fue un pensamiento que escapó de su mente y surgió por sus labios sin su total permiso.

Wei Ying no entendió que hablaba de sus ojos.

Se apartó de él para mirar las estrellas, brillantes, que casi danzaban a su vista, si se concentraba un momento podía notar colores en lo que parecía la negrura del espacio, nubes de polvo estelar de kilómetros y kilómetros de largo y miles de millones de años luz de distancia acompañaban las brillantes estrellas, planetas y quién sabe qué otra cosa más se escondía en esa vista.

Sonrió, mostrando diminutamente sus dientes.

Su pequeña sonrisa de conejo combinaba con sus ojos de Bambi por más que aquellas dos criaturas sean diferentes, encajaban en la perfección de su ser.

Si había una segunda cosa que distraía a Lan Zhan a demás del espacio, era Wei Ying, y no pudo evitar quedándose mirándolo todo el rato que el pelinegro estaba concentrado en la noche sobre sus cabezas.

- Sí que es lindo - murmuró Wei Ying, su vista bajó de nuevo hacia Lan Zhan, encontrándose con los ojos almendra del castaño.

El mayor se levantó para sentarse junto a Wei Ying de forma cómoda, abandonando la posición que tenía acosado sobre el techo.

- ¿Pensabas en algo?

Lan Zhan negó.

- Tú siempre perdido en las las estrellas - comentó el pelinegro. - ¿No te preguntas a dónde va tu mente cuando estás tan perdido?

No había algo mejor para acompañar toda la ignorancia que les dejaba ver el cielo nocturno que las preguntas tan abstractas y que los obligaban o a filosofar o a responder de forma estúpida.

Con esas cosas ambos jóvenes podían pasar toda la noche, y ya lo habían hecho anteriormente, pero debían controlar esas charlas los días que tenían escuela, porque terminaban durmiendo en clase.

- Supongo que va a dónde le de la gana - dijo, optando por la respuesta estúpida. - El algún momento vuelve, siempre lo hace, pero no me dice a dónde fue - añadió, riendo con algo de gracia.

Wei Ying acompañó su risa.

- Sabes...Tal como a ti se te pierde tu mente, a veces, a mí se me pierde el corazón.

El pelinegro bajó sus estrellados ojos de las galaxias lejanas para mirar los de Lan Zhan, quién se congeló dos segundos completos en aquellos universos.

Era curioso cómo estaba acostumbrado a aquellos ojos, luego de tantos años de amistad, pero lograban el mismo efecto que el universo que miraba todas las noches, esa fascinación, ese deseo de mirarlos más tiempo, e inevitablemente, esa sensación de dudas infinitas.

- A-Ying, ¿Dónde crees que va tu corazón cuando te pierdes? - dijo Lan Zhan, imitando su pregunta.

- Pues... - Wei Ying apartó sus ojos del castaño, mirando sus manos, comenzó a jugar con sus dedos, el rubor subió a sus mejillas. - Creo que va contigo, A-Zhan.

El menor se sentía extraño con su propia confesión, no siquiera sabía porqué la había dicho, suponía que era tan facil hablar con su amigo que las palabras ya salían solas.

- Supongo que si encuentro a tu corazón a mí lado en algún momento lo cuidaría muy bien - murmuró el mayor, provocado una risa vergonzosa por parte de Wei Ying.

- Sería un honor que lo cuidaras - dijo el mejor, alzó su rostro hacia él, su apretada sonrisa provocaba un ligero doblez en una de sus mejillas, en algo que no llegaba a ser un hoyuelo pero que era igual de lindo.

- Siempre - murmuró el mayor, sintiendo el aleteo de su corazón por hablar de algo como tal con aquel chico que le provocaba lo mismo que aquel cielo.

Y Wei Ying podía jurar que Lan Zhan estaba brillando más que antes.

Sweet StarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora