Aquel iba hacer un buen día. Eso había decidido desde el momento en que salió de su casa y tomo rumbo hacia la ciudad indicada, siguiendo el plan que había tardado años en perfeccionar y repitiéndose la misma frase una y otra vez en su cabeza.
Todo va a estar bien, todo va a estar bien...
Y es que, ¿realmente era posible que fuera de otro modo? Había estado cuidando cada detalle con mucha atención, manteniéndose al día con cualquier cambio que ocurriera y con un plan B siempre a la mano, en caso de que la primera opción no lograra llevarse a cabo.
Todo va a estar bien, todo va a estar bien, todo va a estar...
Bueno, muy bien, lo reconocía. No todo había ido bien.
Para empezar, el lugar estaba en el último rincón olvidado por los dioses, por lo que conseguir la ubicación y mantener las cosas discretas no había sido fácil. El que las indicaciones que había recibido hace tiempo fueran (para decirlo de forma amable), jodidamente vagas, no ayudo.
Aún así, pudo hacerlo. Le llevo algo de trabajo y más de un poco de dinero, pero valió la pena. El gran edificio de ladrillos que se alzaba frente a él era prueba de ello.
Puedo hacerlo, puedo hacerlo. Estoy bien, estoy bie...
No. No estaba bien.
No lo había estado desde hace seis meses, no lo había estado esta mañana y no lo estaba ahora.
Estaba con el pecho desgarrado, con un agujero negro en donde antes estaba su corazón, sintiéndose como si lo único que estuviera haciendo todos los días fuera existir en lugar de vivir.
El despertarse todos los días con el otro lado de la cama frío y vacío, era una lucha constante. El saber que al estirar la mano ya no sentiría de nuevo aquella calidez que lo había acompañado durante los últimos once años de su vida, le cortaba el aliento y siempre lo hacía luchar contra las lágrimas.
No se suponía esto fuera así, no se suponía que debía hacer esto solo. El plan siempre había sido venir con Roxan, tomar su mano a cada paso del camino y confiar en que pasara lo que pasara, lograrían superarlo juntos.
Pero nada había salido como había querido. Su mundo se había hecho pedazos desde hace meses, se forzaba todos los días a mantenerse en pie frente a su gente y se tragaba como mejor podía su propio dolor para apoyar a su hijo, quien parecía no poder encontrar el punto medio entre el enojo y la tristeza.
Su casa estaba rota. Un niño había perdido a su madre, su gente había perdido a una maravillosa líder y él había perdido la mitad de su alma. Roxan había sido más que esposa, era su mejor amiga y ya no sabía qué hacer sin ella.
Pero debo hacer esto, debo intentarlo aunque no sepa cómo. Esa había sido su decisión, intentarlo. Hacer lo mejor que pudiera e intentar que fuera un buen día, pese a no saber si era posible.
Y debía comenzar por tocar el timbre de aquel lugar.
—Buenos días señor, ¿le puedo ayudar en algo? —la sonrisa de la mujer que abrió la puerta, era demasiado cálida y alegre para su ánimo actual, pero intento devolverla lo mejor que pudo por el bien de la educación.
—Hola, señorita. Programe una cita para hoy con la directora, creo que me debe estar esperando —le explicó con su mayor gentileza, aún cuando todo el protocolo se le hacía pesado y en su cabeza, solo quería terminar con todo—. Soy el señor Wolf, por cierto.
—¡Oh, sí! Ahora recuerdo, la directora dijo que hoy vendría un caballero para realizar una entrevista, acompáñeme por favor —girando sobre sus talones, la mujer lo guió por un pasillo iluminado por la luz que venía de las ventanas.
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Sangre Mestiza
Fantasy¿Puede la voluntad imponerse al destino? ¿Ser más de lo que la vida te ha dado? ¿Romper el molde aún teniendo todo en contra? Becca piensa que si y que lo ha logrado. Vive en un lugar increíble, con buenos amigos que la valoran y la apoyan, un traba...