Aún siento que te extraño.
A pesar de que me suplicaste que me alejara, que esperará nuestro tiempo. Que pronto llegaría, acompañado de bendiciones y que no me cansaria... porque la espera no sería eterna.
Que me dejaste trozos de tu vida, esa que tanto escondes; plasmados en papel para que mi alma no sollozase en tu ausencia, más bien que leyera, y me tranquilizara como una niña al escuchar los latidos del corazón de su amada madre.
Justo así me sentiría después de recordar esa maravillosa noche donde solo importaba que me tenías en tus brazos. Sin prestarle la más mínima atención al tiempo que nos cobraba factura, ni a la alarma que solo nos regalaba 5 minutos más. Ni mucho menos escuchar las palabras del viento, que me mandaba a levantarme de tu lado y dejar de soñar porque todo se había acabado.
Y por más felices que fueramos en ese mundo, solo nuestro... Aún necesitabamos volver a la Realidad.
Porque sabiamos que nos alimentaba o envenenaba a su antojo, condenados a vivir en ella escapando solamente cuando nos volvieramos a encontrar...