Salí de mi clase de Geografía una vez sonó el timbre, y dejando mis cosas en la taquilla caminé hacia el comedor arrastrando los pies.
Cogí una bandeja, me acerqué al mostrador y miré con disgusto la comida que había ese día, odiaba la ensalada de col y mucho más el pastel de carne.
La cocinera me miró de reojo un poco enfadada y echó aquel potingue en mi bandeja. Suspiré hondo y cuando encontré a Leo eché todo mi peso en la silla que él tenía delante.
– Aghh estoy cansada del profesor Kellen, ni siquiera su trabajo hace bien –
– Tranquila Zanahoria – dijo el muy gracioso Leo gestuando una mueca de burla. Odiaba ese nombre. Él me llamaba así por el color de mi pelo, y por que el muy astuto sabía que me molestaba.
Abrí los ojos y fruncí el ceño. –¡ Leo! – exclamé tirándole hojas de col.
– Vale, vale, para, pesada – carcajeaba tapándose la cara con sus manos. – Y dime, ¿qué pasa con Kellen?– preguntó curioso.
– solo mira mi lista de deberes – saqué del bolsillo un papel arrugado y se lo enseñé, agarró la hoja y empezó a leer, se tocaba la barbilla mientras miraba aquel folio con tareas apuntadas.
– Joder, que putada. ¿Y cuando piensas hacer todo esto? – interrogó arqueando una ceja.
Volví a guardar la lista en mi bolsillo y posé mi cabeza en la mesa.
–¿ Se creerá que mi gato se comió los deberes? – dije sarcástica soltando un largo suspiro.
– No tienes gato–
– Lo sé – añadí todavía con la cabeza encima de la mesa.
– Suerte pelirroja – exclamó entre risitas mientras despeinaba mi cabello, cogió la manzana que había en la bandeja de comida y cuando se puso de pie la lanzó al aire haciendo que la gravedad la devolviera a su mano.
– Nos vemos en la salida Ari– Y sin dejar despedirme, se marchó.
Sonreí al acto. – Ari...– pensé. Adoraba aquel apodo, y más cuando aquella cálida voz lo pronunciaba.
Con solo un sonido reloj salí de mi nube de pensamientos , llegaba tarde a mi siguiente clase, demasiado tarde.
– Mierda– exclamé.
Recogí aquella bandeja con comida sin casi probar y me fuí del comedor, no iba a llegar a tiempo, así que decidí saltarme la última clase.
Salí al patio trasero del instituto y me senté detrás de uno de esos bancos que había al final del patio, donde no muchos te veían. Saqué el móvil y conectando los auriculares a él, activé la música de mi lista de canciones. Me encantaba sumergirme en el mar de melodías rock internacional, me hacían sentir muy yo y me ayudaban a pensar con claridad siempre que lo necesitaba.
No sabía que hacer, aún quedaba una hora para que terminara la clase, y era mejor que ningún profesor me viera merodeando por ahí porque seguramente pediría explicaciones.
Saqué mi cajetilla y sin miedo a que me pillasen empecé a fumar. No estaba bien, pero me ayudaba a que el tiempo pasara más deprisa. No aguantaría mucho tras ese banco, así que, se me ocurrió la idea de salir del instituto, y volvería a la hora de salida para encontrarme con Leo y volver juntos a casa.
Conseguí llegar a finales del pasillo, donde se encontraba la puerta trasera del instituto. Salí del edificio y comencé a caminar.
Era pleno invierno y hacía demasiado frío, pero yo me dirigía a la compra de un helado.
El camino no era nada largo, pero la heladería cerraba a la una y tenía que darme prisa si quería aquel helado de menta.
Estaba por llegar cuando alguien que iba a la misma velocidad que yo, chocó conmigo.
–¡ Joder !, ten más cuidado. – Le dije un poco nerviosa.
– Perdona, llego un poco tarde, tengo que llegar a tiempo al instituto... – hizo una pausa para pensar el nombre de aquel colegio. – Ah, si, instituto Griffith – terminó la frase. La voz se me hacía muy familiar.
Le solté una risita al desconocido, que extrañamente seguía dándome la espalda.
– No llegas tarde, Griffith está al doblar la esquina, y los alumnos salen a las dos. – describía mi propio instituto.
– Oh genial, qué ridículo – Dijo entre sonrisas. Y finalmente, se dió la vuelta.
Sentí como mi corazón se paraba por un pequeño segundo, mientras que mis ojos se abrían y se cristalizaron al mismo tiempo.
Decidí no hablar y darme la vuelta para seguir caminando. Pero él agarró mi brazo haciendo que me detuviera.
– Arianna, he venido a hablar, solo quiero aclarar las cosas –
– Ya, pues llegas un año tarde. –
– Por favor... –
– Fred, todo quedó hablado cuando te atreviste a salir por la puerta y marcharte, dejándonos solos a papá y a mí, CON MAMÁ ENFERMA. – alcé un poco la voz.
– SOLO PIDO QUE ME ESCUCHES UN MINUTO – Dijo él, gritando. – Perdón, no quería...– Se detuvo.
Él no quería gritar, pero yo no quería escucharle. No podía hacerlo.
Fred era mi hermano, lo di por muerto desde el día que me abandonó. Se fué de casa y no volvió. El día que murió mi madre, ni siquiera se presentó al funeral en el que se le invitó.
Se cambió el número de teléfono, dejó el trabajo, dejó a su novia y simplemente desapareció.
– Arianna, por favor –
– ¿ Qué quieres Fred ? – contesté lo más seca posible.
– Mira, no puedo decirte por que me fuí pero...–
–Ya, por qué irías a decirlo– alcé la cabeza para mirarle a los ojos. – Fred, dejalo ya y vete, por favor, desaparece.
– Arianna, no lo entiendes, estoy muy perdido, arruinado, me buscan y necesito compañía–
–¿ Cómo? – Me sorprendí.
Él comenzó a llorar. Me dió pena, era mi hermano, debía entenderle, algo dentro de mí me decía que tenía que darle una segunda oportunidad.
– Fred...– me acerqué para abrazarlo.
– Prometo no volver a irme, lo prometo –
– Vale, vale, tranquilo... – intenté calmarle, aunque no estaba del todo convencida de lo que estaba haciendo, tampoco de que él decía la verdad, pero me dejé llevar, lo hice y nunca entenderé por qué.
– Vamos a casa... – le dije con ojos entristecidos. Y con esto nos marchamos.
ESTÁS LEYENDO
Campo de flores
RomanceArianna y Leo se conocen desde primero y son el único amigo de cada uno. Juntos, vencen sus problemas psicológicos, tras una "carrera" y un pequeño secreto lleno de colores.